El 10 de octubre de 1856 Isabel II cumple
veintiséis años. En palacio hay baile para celebrarlo. Asiste lo más granado de
la corte, el cuerpo diplomático y por supuesto el gobierno, dirigido en ese
momento, y desde hace poco, por el general O’Donnell. No falta tampoco el
general Narváez que, desde París, acude a un baile que no se puede perder.
No había sido fácil para O’Donnell conquistar
el gobierno. Desde que en el verano de 1854, durante la Vicalvarada, se vio
forzado al trato con Espartero, el camino hasta la presidencia del Consejo
había sido todo menos un camino de rosas. El entendimiento inicial entre
O’Donnell y Espartero parecía a todas luces antinatural, y pronto los hechos lo
demostraron. El conde de Lucena, que se había visto obligado a ceder la
Presidencia a Espartero no estaba dispuesto a verse relegado a un segundo plano
por los progresistas de Espartero, por más que estos hubieran contribuido
decisivamente al éxito del pronunciamiento, y logró hacerse con la cartera del
Ministerio de Guerra. Con el ejército bajo su control las cosas, cuando llegará
su momento, serían más fáciles. No se equivocaba.
Dos años después, con constantes rifirrafes
entre moderados y progresistas a cuenta del proyecto de una nueva Constitución,
y cierto incidente entre el Ejército y la Milicia, O’Donnell plantea a la reina
lo insostenible de la situación. La reina, que firmó a regañadientes la ley
desamortizadora de Madoz, descontenta, y también presionada por la Iglesia y
otros sectores afectados, toma partido por O’Donnell. Así las cosas, al
celebrarse la reunión del Consejo presidido por la reina, el ministro de la
Gobernación, Patricio de la Escosura, anuncia su dimisión, que la reina acepta.
Cuando se levanta para abandonar su puesto en el Consejo, Espartero llama su
atención:
─Escosura, espere, que nos vamos juntos.
─Pues O’Donnell no me abandonará─ dicen que
se le oyó decir a la reina.
Era el fin del bienio progresista. Ni siquiera
Isabel sabía que ella misma sería quien, con su actitud caprichosa, muy poco
tiempo después, no dejaría al conde de Lucena otra salida que dejarla también.
Porque aquella noche del día 10 de octubre
todo está dispuesto para que dé comienzo el baile. Como procede, lo abre la
reina que baila con el presidente del Consejo don Leopoldo O’Donnell. El resto
del público espera, unos como simples espectadores; otros aguardan
acontecimientos. Al terminar el primer rigodón, Isabel pregunta a O’Donnell:
─Leopoldo, ¿Qué te parece si el segundo
rigodón lo bailo con el general Narváez?
─Majestad, sois la reina, pero aquí está el
cuerpo diplomático, y me parecería lo más correcto que el segundo rigodón lo
bailara su majestad con algún miembro de ese cuerpo. Así lo exige la etiqueta,
y sería lo más conveniente ─contesta O’Donnell.
Isabel se encoge de hombros mientras
O’Donnell abandona la pista. La reina desde el centro de la sala recorre con su
mirada al público asistente hasta que la detiene en Narváez. Es una invitación,
que el duque de Valencia acepta y O’Donnell parece comprender: no es casual la
pregunta de la reina, no es casual la llegada del espadón desde París.
Al día siguiente la renuncia de O’Donnell
está sobre la mesa de la reina, que sin pensarlo dos veces encarga a Narváez la
formación de gobierno. Tres meses ha durado el gobierno de O’Donnell, pero
pronto tendrá una nueva oportunidad, porque el gobierno del duque de Valencia,
apenas durará un año lleno de dificultades, de enfrentamiento con la camarilla
de palacio; de duelos, casi novelescos, a espada, como el que se produjo con el
ministro de Guerra Urbiztondo y el rey Francisco de Asís(1),
que terminó con la vida del ministro al ser atravesado su cuerpo por el estoque
del espadón; y disputas hasta con la propia reina, que le pidió el ascenso para
su último amante Enrique Puigmoltó, a lo que el duque de Valencia se negaba.
Pronto Narváez dejaría paso a otro, y nuevamente el conde de Lucena, el general
Leopoldo O’Donell, estaría allí, a la espera.
(1) El novelesco episodio de dicho duelo y el gran escándalo que se produjo fue contado en "El paso honroso".
(1) El novelesco episodio de dicho duelo y el gran escándalo que se produjo fue contado en "El paso honroso".
La reina no ponía las cosas fáciles a nadie. Qué calamidad de mujer.
ResponderEliminarPero eso de los duelos resulta un tema irresistible. Y a espada, como a mí me gustan. Es que a pistola ya no era lo mismo.
Buenas noches, monsieur
Bisous
No es bueno ni conveniente mezclar los líos de faldas con la política pero se hace siempre. No se como se apñan unos y otros. Y van pasando los años y ninguno se apea de lo suyo en beneficio de nadie.
ResponderEliminarNo hay duda los políticos son un casta.
Bss
A veces, esperar pacientemente da sus frutos...O no?
ResponderEliminarInteresante episodio. Un baile le hace ver al jefe de gobierno que no es bien querido...Ahora les hacen bailar otro tipo de música ;D
Saludos Marques
Me encanta leer tus episodios históricos algunos, como este, totalmente desconocidos para mí. Un saludo desde mi mejana
ResponderEliminarHistorias y episodios donde la alternancia en el poder obedecía a veces a caprichos no siempre confesables, lo cual conllevaba la excedencia de muchos y el ascenso de otros tantos, según el color de los amigos o contrincantes en el poder.
ResponderEliminar¡Muy interesante!
Qué de caprichos por parte del poder han cambiado el devenir de la historia. ¿Para bien? ¿Para mal? quién sabe.
ResponderEliminarDa gusto enterarse de estos episodios de la historia contados de forma tan amena y didáctica.
Un abrazo DLT.
Como muestra la Historia, la rueda de la fortuna gira y las frutas maduras caen y son recogidas por los que han sabido esperar.
ResponderEliminarSiempre ha habido favoritos en torno a los Reyes y Reinas de toda Europa.
Un beso
Preguntar y no coger los consejos y hacer su cabeza, así suelen ser las cosas del palacio que siempre uno hace lo que quiere.
ResponderEliminarUn abrazo
En su escrito se percibe a la perfección el mecanismo del cambio político en el reinado de Isabel II. Y el indudable peso de la Corte que tuvo,indudablemente, consecuencias para el fatal desenlace del reinado.
ResponderEliminarSaludos señor de la Terraza y que tenga usted un estupendo inicio de curso.
Y luego nos quejuamos de los políticos de ahora, pero entonces era mucho peor. A un general le sucedía otro mientras los golpes de estado llovían más que las nubes sobre la tierra y en todas las estaciones del año. Los generalotes iban y venían según variara la dirección de los vientos políticos, unas veces hacia el progresismo y otras hacia el conservadurismo, mientras la barca de España tripulada y gobernada por la reina se escoraba siempre hacia la derecha. Quizá fuese verdad que la reina era voluble y que cualquier acontecimiento en principio anecdótico como un baile pudiese cambiar el curso político.
ResponderEliminarUn saludo
Buen episodio, no hay como un gran escandalo para pasar a la historia. Amantes, corrupcion, descredito, deshonor y un duelo. Para mi, ella estaba mal aconsejada..
ResponderEliminarUn abrazo.
Otro buen episodio nos has traído esta vez, muy curioso como con tal sutileza la reina le hizo saber sus deseos a O’Donnell, y lo bien que el entendió que su tiempo ya había pasado.
ResponderEliminarUn Saludo.
Uriel
Esta época de la historia de España me resulta poco conocida y me llama la atención los continuos cambios de gobierno y la actitud de la reina Isabel II, que por lo que veo no fue una reina a la altura de su cargo.
ResponderEliminarUn abrazo
La historia de España va formando un entramado donde el capricho de un monarca puede cambiar el rumbo polìtico y social desde un salòn de baile.
ResponderEliminarGracias por darnos esta clase de historia.
un abrazo
fus
No conozco mucho de esta parte de la historia que no deja de ser apasionante. Siempre hubo escándalos, falta de escrúpulos, desordenes y ambición... La política no deja de ser áspera y oscura.
ResponderEliminarBesos
Excelente relato de un pasado que es parte de todos.
Besos
Los caprichos de una gordísima reina mimada, y con poco encono a la hora de reinar, quitándose sin darse cuenta de su error, que a posteriori, marcaron un hito en la historia reciente de España.
ResponderEliminarEn fin, esto es así.
Hasta luego !!!
Otro buen episodio de la historia que nos has traído con una reina caprichosa.
ResponderEliminar¡Besos y feliz fin de semana!
Es curioso, ayer mismo comentaba esta parte de la historia española y pensábamos que daba para unos buenos culebrones tipo colombiano
ResponderEliminarInteresante como siempre
Un beso y feliz finde
Anécdotas de una reina como para escribir un libro entero.
ResponderEliminar¿Acaso nos merecemos los españoles personajes como los que hemos sufrido y sufrimos?
Poco a poco voy regresando del paréntesis veraniego.
Un saludo.
Es probable que para ella fuera un juego, el de una mujer banal que no medía las consecuencias de sus impulsos. Qué época frenética, casi parece la sctual.
ResponderEliminarSaludos
Madre mía, no conocía esta anécdota. En el fondo, explica muchas cosas. Hombre, en algo se ha mejorado, ¿o no? No sabría decir.
ResponderEliminarSaludos.
Querido Dlt, ¡un filón esta reina nuestra que bien daría para varios guiones de cine! Estupenda historia que nos has traído y no conocía.
ResponderEliminarMil bicos.
Que buena historia, DLT, me encantó.
ResponderEliminarSucede que mi abuelo paterno era español y siempre me sentí atraído por este país, así que conocer muchos datos que no estaban en los libros de historia es algo maravilloso para mí.
Te dejo un gran abrazo y mi agradecimiento por pasar siempre por mi blog.
HD
Bonjour!
ResponderEliminarAntes que nada, gracias por pasarte y comentar en mi inconstante) blog.
No sé si lo he dicho, pero tiene usted un blog muy interesante (sobre todo para mi, que cojeo en cuanto Historia de España). Intentaré no perderle de vista.
Bisous!
Que me gusta seguirte para poder enterarme de cosas de la Historia de España.
ResponderEliminarLo relatas de una forma tan amena, que es muy grato seguir su lectura.
Sabes que yo nací bajo el reinado del nieto de esa señora.
(Alfonso XIII)
Saludos, manolo