Los siguientes hechos podrían
haber sido el argumento de una novela, el guión de una película, el relato de
una historia fantástica; pero son reales, ocurrieron en París y fueron contados
en forma de gacetilla por el diario “La Iberia” de Madrid, en su número del día
8 de julio de 1881.
Aquí, de modo algo más historiado,
pero respetando con exactitud lo sucedido, lo relataré diciendo que todo
comenzó cuando un pintor, Mauricio B., se cruzó en su paseo por el Parque de
Chaumond, uno de los grandes parques de París, con una dama de cautivadora belleza. Hizo diana Cupido en Mauricio que,
impulsivo e imprudente, manifestó de inmediato a la dama la pasión que sus
veintisiete años lo enardecía; y ella, con imprudente disposición, correspondió al pretendiente, pese a no ser libre para administrar sus sentimientos.
Cerca de la Place de la
Republique, en el número 45 de la rue de Notre Dame de Nazareth vivía con su
marido la mujer dueña del corazón de Mauricio quien, para escuchar mejor el latir
del de su amada, mudó su residencia a lugar muy próximo al de su tormento.
Nada, durante los primeros meses, supo el marido de cuantos encuentros se
produjeron entre los amantes, pero al fin, la esposa infiel detectó que nacían
sospechas en el consorte. Alertó ella a Mauricio y lo previno a guardar
prudencia; mas Mauricio sordo a las palabras de la amada, perdida la sensatez, convencido
de la candidez del esposo, trata de convencerla de que nada ocurre, a mantener su
amor recíproco, sin cortapisas.
La joven sabe de los
peligros que supone continuar con una pasión dañina para el esposo y aun para
ella misma, e insiste en concluir la aventura con Mauricio. Lo despide.
Pero en Mauricio B. no es el
desaliento defecto de su carácter. Es pintor, sabe bien cuánta paciencia es
preciso tener para hacer realidad un anhelo. No, Mauricio B., piensa, no se
rinde.
Al día siguiente de la despedida Mauricio
B. dirige sus pasos hasta el número 45 de la rue Notre Dame de Nazareth.
Inmovil, frente a una de las ventanas del inmueble espera ver a su adorada a
través del cristal. La larga espera no desfallece al joven pretendiente, espera
sin vacilación en su ánimo, y obtiene el premio. La imagen esperada aparece difuminada
a través del vidrio y da paso a un intercambio de gestos entre ambos.
─¡Baja! ─indica él agitando sus
brazos.
─¡No, vete! ─contesta ella
negando con la cabeza.
─¡Ven! ─suplica Mauricio,
extendiendo los brazos.
Ella, inmóvil contempla la
escena.
Insiste él de nuevo. Amenaza con
quitarse la vida. Saca un cuchillo y apoya la punta sobre su pecho. Lo clavará
en su corazón si no cede a su amor, gesticula.
Mas, ¡Oh, fatalidad! El golpe
involuntario de un transeúnte distraído hunde el cuchillo en el pecho del
enamorado. Al momento Mauricio cae sobre un charco de su propia sangre. Y ella,
que lo ve todo grita, comienza a perder el sentido, nota que se desmaya. Como
Mauricio B., está a punto de caer al suelo, pero el grito ha sido lamento, pero
también llamada. Unos brazos la recogen, son los del esposo.
Me ha encantado la historia de Cupido y Mauricio, y es que, lo que mal empieza mal acaba.
ResponderEliminarUn abrazo.
El mal de amores hace perder la prudencia y desembocar en tragedia inesperadamente. Angel o, Demonio alado
ResponderEliminarQue momento de verdad que la tensión se corta con un cuchillo.El amor es así mi querido amigo, un poco inconsciente y en este caso hasta imprudente.
ResponderEliminarUn abrazo feliz semana.
Un amor imposible, con un final tremendo.
ResponderEliminarCuando la pasión se impone, la razón se pierde...
La historia da para el guión de cine, con aires de Óscar :D
Saludos Amigo. Que todo vaya bien.
Al final, el único sensato fue el marido burlado. El único que usó la cabeza -mejor dicho, los brazos- en esta historia.
ResponderEliminarYa sabemos que el amigo Cupido -Eros para los amigos- además de joven e inconsciente, es ciego.
Siempre que aparece este personaje, me vienen a la memoria esos versos de Luis de Góngora que tan bien retrataron al hijo de Afrodita:
"Amadores desdichados,
Que seguís milicia tal,
Decidme, ¿qué buena guía
Podéis de un ciego sacar?
De un pájaro ¿qué firmeza?
¿Qué esperanza de un rapaz?
¿Qué galardón de un desnudo?
De un tirano, ¿qué piedad?
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz."
Un saludo.
Jolines, pobre Mauricio !!
ResponderEliminarQué fatalidad! Ir a recibir un empujón en esos momentos, y la otra pobre desmayarse hacia delante. Al final el que tenía peores cartas, que parecía ser el marido, fue el que salió mejor librado.
ResponderEliminarPero qué discreción eso de proporcionar solo la inicial del apellido, monsieur!
Feliz comienzo de semana.
Bisous
Tal vez el golpe propinado a Mauricio B. no fuese involuntario. Los celos pueden hacer perder la cabeza al más prudente de los esposos. Y tal vez por eso sus brazos estaban atentos y pudieron sostener a su esposa cuando se desmayó.
ResponderEliminarEs solo una hipótesis.
Un saludo y feliz semana.
Qué época la del romanticismo. Entre la tuberculosis y los suicidios, más algún episodio como éste tan triste que nos cuenta, fue algo tremendo.
ResponderEliminarPero eso sí, los versos que nos dejaron Bécquer, Darío y tantos otros son ideales para refugiarse cuando nos ataca el desamor, querido DLT.
El amor sale cuando uno no lo espera pero llegando tarde puede tener un mal fin a ello como el tal Mauricio B.
ResponderEliminarUn abrazo.
Está claro que Cupido hizo perder la cabeza a Mauricio; es una insensatez presentarse a las puerta de la casa, y lo mismo que fue un accidente podía haber acabado igual si lo llega a ver el marido.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Un abrazo, amigo,
Es in final digno de novela o más bien de tragedia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso es persistencia, sí señor. Abrazos
ResponderEliminarUna triste historia real, no inventada.
ResponderEliminarCuan triste con ese final u otro.
No supieron reaccionar bien ninguno de los dos protagonista de es Historia, para haber podido darle otro final.
manolo
.
¡Ostras! Ya tiene razón con que podría ser un argumento para cualquier "breve encuentro" o historia de amor condenada al imposible.
ResponderEliminarPero es que el final me ha sorprendido, y más porque deja al aire cómo reacciona el marido. ¿Siente pena o alivio? ¿Satisfacción, rabia? En fin, la escena se me ha quedado, danzarina, en la cabeza.
Saludos.
Hola mi buen amigo, una historia de película, pero bien pudiese
ResponderEliminarhaber sido real. El amor es ciego e imprudente. En esta historia el amor del esposo es más fuerte que sentirse engañado. El verdadero amor siempre te abraza.
Gracias por tu felicitación por mi sexto aniversario de mi blog. El la poesía clásica, nada es una invención, lleva muchos años de estudio para poder crear nuevas estructuras métricas y no es nada fácil, pues hay mucho escrito.
Un abrazo y feliz 9 de octubre.
Una historia de amor muy de los folletines por capítulos que se publicaban por partes en los periódicos de la época. Y, cómo no, tiene como protagonista a un artista en la ciudad del amor, París, que se enamora de quien no debe en un lance correspondido pero que cercena la cordura de la enamorada.
ResponderEliminarEn aquellos tiempos, si la hoja del puñal no la hubiese empujado la fatalidad, Mauricio B hubiera acabado, o no, muriendo por la bala vengadora del marido en un casi inevitable duelo.
Un saludo
Las cosas de la pasión- del querer impulsivo-acostumbran a acabar muy mal y si , como es el caso, conspira la casualidad, pues ahí tenemos una desgracia. Con lo fácil que habría sido dejar trabajar los efectos del paso del tiempo y un oportuno cambio de aires entre los amantes.
ResponderEliminarSaludos
Una historia de pasión prohibida con un trágico final, me queda la incógnita de la reacción del marido.
ResponderEliminarUn abrazo Dtl.
Pues tiene todos los visos de ser alguna de esas historias que vd. nos cuenta en torno al siglo XIX.
ResponderEliminarsaludos