La bautizaron con el nombre de Juana, y aunque nació princesa, acabó siendo reina. Bien jovencita, como era costumbre en la época, sus católicos padres concertaron su matrimonio con el archiduque Felipe de Austria. Era un matrimonio interesado, que respondía a los intereses de la corona, pero Felipe era apuesto, y la princesa española quedó prendada de inmediato. Como se suele decir, se mataron dos pájaros de un tiro.
La boda se celebró en Lille. Pronto Juana descubre la inclinación de su esposo al galanteo. Enamorada y celosa, Juana vigila a Felipe como buenamente puede. Por fin vuelven a España. Van a ser jurados príncipes de Asturias y Gerona; pero Felipe no estará mucho tiempo. Él regresa a Flandes, y deja en España a Juana, que no soporta la soledad tras la marcha de su esposo. Felipe es atractivo, le llaman el Hermoso, gusta de las mujeres a las que él también agrada. Juana lo sabe y ahora no puede vigilarlo. Al fin deja España, pese a la oposición de sus padres, y parte en pos de su esposo. La vida del matrimonio es una sucesión de reuniones, siempre fogosas, y ausencias, en las que Juana, dominada por los celos, parece enloquecer (1).
Pero si en vida Juana da muestras de excentricidad, fue la muerte del amado la que trastornó definitivamente a la reina.
Quizás el repentino e inesperado fallecimiento de Felipe(2) agravase considerablemente la locura de la reina; el caso es que a partir de ese momento se sucedieron en cadena una serie de actos, a cual más patético.
Juana ordena que se traslade el cuerpo de Felipe a la cartuja de Miraflores. Si en vida cuidó celosa que ninguna otra mujer se lo arrebatara, muerto Felipe, la cosa sigue igual. La reina está abatida, no hay consuelo para ella. Juana guarda la llave del féretro. Nadie salvo ella puede ver a Felipe. Varios días después, el cadáver de Felipe desprende un olor nauseabundo. Juana no parece sentirlo. Desconsolada abre la caja y se abraza al cuerpo en descomposición.
Cartuja de Miraflores (Burgos) |
En noviembre de 1506, casi dos meses después de la muerte de Felipe, Juana, ante la insistencia de sus próximos, decide el traslado del cadáver a Granada. Sus irracionales celos le llevan a participar en el viaje. En una de las etapas el cortejo se detiene en un convento. Juana ordena proseguir la marcha. El convento es de monjas. Ninguna mujer debe acercarse a Felipe.
Durante el viaje se declara la peste. El viaje se interrumpe. El cortejo se desvía a Tordesillas. Allí, Juana ya desequilibrada por completo, es confinada por orden de Fernando, el rey Católico, y padre suyo.
Aislada, prisionera y loca, quién sabe cuanto, Juana ocupa unos aposentos con vista al templo y directamente al ataúd de Felipe, que por orden suya es ubicado allí hasta que los restos del príncipe son trasladados a la capilla Real de la catedral de Granada, terminada de construir por orden de Carlos, rey de España y emperador de Alemania, que ya acoge los restos de Isabel y Fernando, los padres de una reina que no reinó, pero que nadie dejó de considerarla como tal. En 1555 fallece Juana reuniéndose definitivamente con su amado en Granada.
Si la obsesión de Juana de Castilla por mantener próximo a ella los restos de su esposo fue grande, no lo fue menos la de otra mujer, culta y sensible, que mantuvo a su lado la momia de su marido hasta que la muerte de ella los separó, o unió, quién sabe, definitivamente.
Carolina Coronado nace en Almendralejo. No ha cumplido aún los treinta años cuando contrae matrimonio con un diplomático norteamericano, Horacio Perry. El matrimonio vive en Madrid, donde Carolina se codea con políticos y literatos de la época. Es culta, educada y hermosa. Espronceda escribe unos versos dedicados a su belleza y Madrazo la retrata para la posteridad; pero la desgracia se cierne sobre ella. En Lisboa fallece Horacio. La demencia hace mella en Carolina. Enamorada del esposo, manda embalsamarlo. Ya no se separará nunca de él. En su residencia de Sintra la momia de Horacio la acompañará hasta el fin. Poetisa romántica y tocada de amor escribirá:
¿Cómo te llamaré para que entiendas
que me dirijo a tí, ¡dulce amor mío!,
cuando lleguen al mundo las ofrendas
que desde oculta soledad te envío?
Y supo cómo llamarlo. Durante los siguientes veinte años llamó e hizo llamar al esposo, en cuerpo presente, momia acartonada, “el silencioso”, del que no se separó hasta su muerte. En 1911, Carolina Coronado fallece en Sintra. Horacio y Carolina una vez más siguen juntos. Sus restos son trasladados a Badajoz, donde aún reposan.
(1) Valga como ejemplo de su demencia el episodio sucedido en el castillo de la Mota en el que decidió instalarse en una garita, más próxima del camino a Flandes, donde se encontraba su querido, que en sus confortables aposentos.
(2) Parece que Felipe había realizado un gran ejercicio físico en el juego de la pelota. Al terminar la partida, sudoroso, pidió agua para refrescarse. Al día siguiente estaba indispuesto, con fiebre alta. Pocos días después, en Burgos, en el palacio del Cordón, Felipe el Hermoso dejaba este mundo.
Que bonito es el amor que llega a ser tan obsesivo y apasianado hasta ocasionar la locura. O se amaba tanto porque faltaba algo de cordura. Los extremos se tocan y las obsesiones no son buenas.
ResponderEliminarMe ha encantado como lo has narrado. Me he metido del todo en la histaria.
Un abrazo
Me gustó eso de:
ResponderEliminar"... una reina que no reinó, pero que nadie dejó de considerarla como tal...".
El otro caso interesante, no lo conocía.
Un abrazo.
No sabía nada de Carolina Coronado. De Juana sí porque siempre me inspiró mucha simpatía, igual que su prima, la otra Juana, la Beltraneja, la que tampoco reinó... Me gusta mucho el libro de Manuel Fernández Alvárez sobre Juana de Castilla. También me ha encantado como cuentas la historia tú...y me voy cantando la copla del título :)
ResponderEliminarUn beso
A la señora Carolina no tenía el gusto, pero esta tuvo el buen tino de embalsamar el cuerpo y la ironía de llamarlo el silencioso que no se yo si en el fondo lo amaba tanto o lo castigaba, jajaja
ResponderEliminarBromas aparte un placer el descubrimiento de este personaje
Un saludo
Que historias más tristes y truculentas nos ha regalado hoy con su maestria habitual. Como casí todo el mundo conocía la de Juana, pero no la de Carolina.
ResponderEliminarUn saludo!
Yo tampoco conocía la historia de Carolina Coronado, pero es igual de impactante que la de nuestra Juana la loca, que si bien padecía de nervios, su padre y su esposo hicieron todo lo posible por volverla loca, incluso su hijo, pues vi donde vivió confinada en el convento de Tordesillas, en el hueco de una escalera: loco de atar me volvería yo también.
ResponderEliminarUn saludo, amigo.
Más que amor era pura obsesión ya. El difunto fue un putero de los de libro. Y es cierto que muchos castellanos la seguían considerando reina. Algunos de ellos fueron los comuneros que se enfrentaron a su hijo Carlos el emperador.
ResponderEliminarUn saludo.
El amor ciega los ojos, y con estas dos historia, vemos que es así. La locura de amor, no tiene bálsamo, y acaba siempre de una manera muy triste...
ResponderEliminarUn abrazo...
La verdad es que, bien mirado, lo de Carolina Coronado es terrorífico.
ResponderEliminarSaludos.
Impresiona que amar con locura se cumplió en estas damas.
ResponderEliminarLa historia de Juana la conocía...La de la otra dama fue un descubrimiento.
Saludos Marques
La demencia era una enfermedad que llevaban algunos miembros de la familia real desde Isabel de Portugal, madre de Isabel la Católica. Pero, quién sabe qué sería: ¿locura de amor? ¿simplemente depresión? Por entonces poco se sabía de las enfermedades del cerebro y melancolía y locura era todo uno. Juana no sabemos si estaría loca en el literal sentido de la palabra, pero el caso es que fue una oportunidad aprovechada por su hijo para reinar en las coronas de Castilla y Aragón. Si Juana no hubiese estado encerrada en Tordesillas, Carlos apenas habría reinado.
ResponderEliminarLo de Carolina Coronado sí que se puede llamar amor. Estoy recordando el caso de un rey portuguéz que podrías haber sumado a estas dos damas. No recuerdo su nombre, pero a la muerte de su amada la hizo embalsamar y sentar en el trono para que todos le jurasen lealtad.
Saludos
Muy interesantes las vidas paralelas de estas dos mujeres. Y qué romántico texto, monsieur! Me muero por los temas románticos, no puedo evitarlo.
ResponderEliminarPero por cierto, que conste que, viendo los retratos, a mí siempre me ha parecido más hermosa Juana que Felipe!
Buenas noches
Bisous
Fue triste la vida de la reina Juana, entre la locura y los celos enfermizos (acizados por Felipe I el Hermoso)...encerrada de por vida, no dejó de ser reina legal hasta su muerte en 1555 y por eso aparecía en las monedas junto al busto de su hijo, el rey-emperador Carlos...es por ello que Carlos I fue rey de pleno derecho únicamente un año, aunque esto se haya olvidado siempre por la historiografía...te recomiendo el libro "La reina Juana: gobierno, piedad y dinastía" de Bethany Aram (editorial Marcial Pons).
ResponderEliminarUn saludo.
...traigo
ResponderEliminarsangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
COMPARTIENDO ILUSION
DESDELATERRAZA
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE CARROS DE FUEGO, MEMORIAS DE AFRICA , CHAPLIN MONOCULO NOMBRE DE LA ROSA, ALBATROS GLADIATOR, ACEBO CUMBRES BORRASCOSAS, ENEMIGO A LAS PUERTAS, CACHORRO, FANTASMA DE LA OPERA, BLADE RUUNER ,CHOCOLATE Y CREPUSCULO 1 Y2.
José
Ramón...
Ni la realeza es ajena a los estragos del amor. Dos historias que has narrado de manera maravillosa, dos mujeres enamoradas, como decía Quevedo, con un "amor constante más allá de la muerte".
ResponderEliminarPreciosa esa Cartuja de Miraflores que años ha puede contemplar "in situ".
Un abrazo y buen domingo, Dlt.
A riesgo de parecer poco romántico, me cuesta definir como "amor" estos trastornos psiquicos :)
ResponderEliminarUn abrazo, dlt.
¡Muy bueno este viaje a la historia de amores profundos! la de la pobre Juana, la conocía pero los detalles que brindas, amigo, no. La otra historia,de la Coronado, menos, pero apasionante, también. Bien dice la canción romántica: "Hay amores que, nunca pueden olvidarse, imborrables momentos que siempre guarda el corazón. . .
ResponderEliminarNos vemos en el camino, DLT. Un gusto
No se me ocurriría tener el "fiambre" de mi partenaire a mi lado ni en 1000 años. Los muertos deben pudrirse y hay que dejar que siga el ciclo y bla bla bla, pero eso que llamamos "amor" es tan... irracionalmente estúpido (y hay tanto enfermo mental suelto por ahí)
ResponderEliminarBuenas noches (yo tendré pesadillas después de ver la tele)
Ya dijo alguien que hay amores que matan, otros por lo visto nos llevan a la demencia. Un saludo.
ResponderEliminarEstos amores? son enfermizos, aunque Juana tuviera sus razones, pero las llevó a una situación de locura.
ResponderEliminarUn saludo.
Parece que ese amor tan intenso que roza o rebasa la locura, afecte con más frecuencia a las mujeres. O será que lo ocultan menos...
ResponderEliminarRespecto a la novela sobre la fundación de Roma, no te agobies. Te resumo: En Alba Longa, la ciudad más importante del Lacio, Amulio ha destronado a su hermano Númitor, que era el mayor, matando a su único hijo varón y forzando a que su hija sea consagrada a Vesta, por lo que se asegura que no podrá tener descendientes que reclamen sus derechos (recuerda que las vestales no podían faltar a su castidad, bajo pena de una muerte atroz). Pues ya tenemos a Rea Silvia convertida en vestal y... Ahí empieza la segunda parte. Sólo hay 7 capítulos, así que seguramente no te costará demasiado ponerte al día.
Un abrazo y gracias por tu interés.
Leo datos muy interesantes que no conocía.
ResponderEliminarEs un placer volver a la lectura y visitar tu blog después de tanto tiempo.
Un abrazo
Todavía estremece aquella historia a pesar de los siglos que han pasado. Juana es uno de mis personajes históricos favoritos, siempre navegando entre el amor y el despecho, entre la locura y las responsabilidades de gobierno, la pasión arrebatadora de un amor no correspondido, la locura por desamor y los celos desmedidos...
ResponderEliminarUn personaje lleno de contradicciones, la primera reina de España.
Gracias por su fabulosa entrada.
Hay amores que matan, no solo el cuerpo tambien la razón, cuando el dolor es inmenso la mente se refugia en la locura.
ResponderEliminarNo conocia la segunda historia, me ha hecho gracia como llamó al marido, "El silencioso", por lo menos no le llevaba la contraria cuando hablaba
(te habia dejado un comentario, pero me he dado cuenta que no entró)
Un beso amigo