Aunque
escribió mucho, su obra permaneció ignorada largo tiempo. Sólo un madrigal
dedicado, según se cree, a una dama italiana, doña Laura Gonzaga, mantuvo vivo
el recuerdo de sus letras; y aunque su existencia fue corta, vivió mucho y con
intensidad. Sevillano, de familia noble y mediana fortuna, Gutierre de Cetina, es poeta, y digo es, así, en presente, porque
los poetas nunca mueren, y menos si lo hacen como a éste quiso llevárselo Dios.
Como es el primero de los que en numerosa prole tuvieron Beltrán
de Cetina y Francisca del Castillo es también soldado
al servicio del emperador Carlos, y participa en la aciaga jornada de Argel
junto a un anciano Hernán Cortés. En Italia traba buenas amistades en los
ambientes refinados, relacionándose con don Diego Hurtado de Mendoza en Trento,
y don Luis de Leyva, príncipe de Áscoli; pero a Gutierre gusta la aventura, y
viaja al Nuevo Mundo. Acompañando a su tío el Procurador General de Nueva
España don Gonzalo López, Cetina cruza la mar océana, y aunque vuelve a España,
otra vez de regreso a tierras mexicanas se establece en la entonces conocida
como Puebla de los Ángeles.
La ciudad de Puebla de los Ángeles, escenario de los hechos aquí relatados, fue fundada en 1531 por el religioso franciscano fray Toribio de Benavente. |
Vivía
en Puebla un tal don Pedro de la Torre, hombre entrado en años de cultura más
que ordinaria, que poseía a la vez las virtudes y los defectos que hacen a los
hombres admirados y despreciados al mismo tiempo. Tenía conocimientos de
Medicina y Teología, había estudiado Arte y Gramática; pero era un jugador
empedernido, actuaba como curandero en una mezcla de ciencia y hechicería y
debió ser bígamo, pues al llegar al Nuevo Mundo casó con una india a la que
llamó Luisa, pero en el tiempo que nos ocupa, estaba casado con una joven
belleza de poco más de veinte años llamada Leonor de Osma, que además de a su
esposo, tenía enamorado a don Hernando Nava y a don Francisco Peralta, ambos
amigos de Cetina y, como se verá, rivales
entre sí por el amor de la dama.
*
Amigos
como son Cetina y Peralta, acompañaba a veces el primero al segundo en sus
rondas galantes. En aquel año de 1554, el primer domingo tras la Pascua de
Resurrección, Domingo de Cuasimodo, quiso Peralta llegar hasta el balcón de
doña Leonor y pidió el enamorado a Gutierre lo acompañara en su cortejo. Van,
pues, los amigos de ronda en noche cerrada y oscura cual boca de lobo, cuando
ante la casa de don Pedro de la Torre, que era la de doña Leonor de Osma, cerca
de la encrucijada de Santo Domingo, yendo delante Cetina, vio éste dos sombras
que se les acercaban. Volviose Cetina a dar aviso a su amigo, mas al volver su
vista al frente para afrontar el peligro, recibió en el rostro la fría caricia
del acero que surcó su piel sobre la mejilla, en tajo desde la oreja hasta el
ojo, cayendo el herido de bruces sobre el camino, y su rostro hundido en el lodo.
Se
pidió enseguida ayuda, la más próxima la de don Pedro de la Torre, que para eso
era médico, que viendo la profundidad del corte y gravedad de la herida curó
sin coser nada, pues nada bueno, sino la muerte del agredido, podía esperarse,
al mezclarse piel, carne y hueso destrozados por el golpe.
Y
así, muerto por el arrebato de un celoso enamorado, ante el balcón de doña
Leonor encontró su fin el hombre y nació a la inmortalidad el poeta al que
otra dama inspiro su madrigal más famoso:
Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.
*
Podría
terminarse en este punto el relato para ungir al poeta muerto con el aura de la
eternidad que se otorga a las víctimas inocentes, pero quizá quedara
incompleto, y el lector insatisfecho, sin conocer cómo al asesino se le aplicó
la justicia con deliberada indulgencia.
Huidos
los agresores, se supo que era el principal de ellos don Hernando Nava al que
acompañaba Gonzalo Galeote; que era Nava amante de doña Leonor y los celos le
movieron en contra de su rival; y que era Peralta y no Cetina, que llevó la
peor parte por ser primero en la marcha y la noche tan cerrada, el blanco
erróneo de su malsano impulso. También, porque consta, que Nava se acogió a
sagrado, refugiándose en la Iglesia de Santo Domingo, de donde fue sacado a la
fuerza por las autoridades, y que tras ser condenado por la justicia a ser
degollado, se le conmutó, sin duda por influencia de su madre(1), la pena de muerte por otra que le
permitió vivir. El 7 de julio de 1554, en la Plaza Mayor de México, se le cortó
la mano derecha y fue entregado de nuevo a la jurisdicción eclesiástica de la que
había sido arrebatado, y que nada más hizo en su contra, siendo manco, mas vivo
y libre.
(1) Era Catalina Vélez Rascón, la madre de Hernando Nava,
mujer de mucho dinero y por ende de poder, que sin duda influyó en el trato que
la justicia dispensó a su hijo.
Cierto que de este poeta tampoco conozco otra composición que la consabida de ojos claros, serenos, que nos aprendíamos de memoria en las clases de literatura, en el apartado de tipos de estrofas, como ejemplo representativo de "madrigal".
ResponderEliminarUna vida corta la del poeta que no le impidió acceder a la inmortalidad.
Si es que México es un lugar peligroso para los enamorados y sus amigos.
Un saludo, DLT.
A una mujer que le rondan varios hombres mal termina todo, lástima que la victima fuese el poeta ya que sus poemas eran muy bonitos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Dª Leonor debía ser muy bella o muy casquivana ya que tantos hombres la rondaban.
ResponderEliminarLo único que conozco de Gutierre de Cetina es este madrigal.
Saludos
Si es que las pasiones amorosas son armas peligrosas, ciegan y sacan lo instintivo, sin medir las consecuencias propias ni para terceros.
ResponderEliminarUn lance desgraciado que se llevó la vida del poeta -y de tantos otros-.
Saludos
Hola Amigo mio:
ResponderEliminarVaya con Dª Leonor...
No conocía a este poeta. Buscaré por ahí su obra...
Hoy no se pude comentar en muchos blogs...incluyendo el mío
Que inmortalidad tan cara el pobre, las fatalidades de la vida pues era joven aun.
ResponderEliminarNo lo conocía.
Un abrazo feliz semana.
Esta dualidad del soldado/poeta qué buenos textos nos ha dejado, como el que nos muestra. Son de esos que conoces desde siempre pero ignorando al autor.
ResponderEliminarBuen poeta pero con mala estrella. Saludos, DLT.
Bella composición. Mala suerte encontrarse en una situación de amoríos, que encima no tenían nada ver con él.
ResponderEliminarUn saludo.
Lances de damas no eran buenos en aquellos tiempos en que se dirimían los asuntos de honor y amor con el temple del acero, si no a base de cuchilladas a traición como el fue caso. Lo bueno es que de tal suceso nació el poeta.
ResponderEliminarUn saludo
Los poetas nunca mueren , pero si su cuerpo, como le pasó a este pobre. Tal vez este fue el precio de su inmortalidad. Un cálido abrazo
ResponderEliminarDios, cuántas cosas a uno se le escapan. La pieza que traes es bonita, concentrada. Que tiempos esos, de acero y honores siempre a punto de ser ofendidos. ¿Se puede imaginar a uno de esos hombres en una pista de baile de hoy? No habría bastante suelo en los cementerios.
ResponderEliminarY sí, los buenos versos perduran.
Saludos.
Lástima que se encontrara el primero y causarle la muerte. Pienso que Leonor debía ser muy hermosa para atraer a tantos hombres.
ResponderEliminarUn abrazo Dlt.
Me encantó la poesía.
ResponderEliminarQué muerte tan absurda.
Un abrazo.
Mala suerte la de este pobre poeta. Por cierto, a pesar de ser sevillano, y de haber cantado yo de joven en una coral su poema "Ojos claros y serenos", nunca me fijé en el autor de la letra, por eso mismo me ha gustado mucho conocer tanto su nombre, como su historia. De la parte musical no recuerdo el autor.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Truculenta y desafortunada vida la suya.
ResponderEliminarQueda el poeta.
Besos.
Historias que acababan en estocadas y desgracias.
ResponderEliminarMis saludos.