En 1882, la Tercera República trajo
buenas noticias para los niños franceses. Aquel año el ministro de educación
galo, Jules Ferry, logró que se aprobaran las leyes que hacían obligatoria,
hasta los trece años, y laica la educación en Francia, en donde ya desde el año
anterior era gratuita. Pero hubo un muchacho para el que las nuevas leyes
llegaron tarde. Un muchacho cuya historia ocupó unas pocas líneas en un diario
de la época, para ser luego olvidada. Es la historia de unos hechos que no
alteraron la marcha del mundo, pero sí el mundo de un muchacho, que no pudo
llegar a ser hombre.
Ese año, unos labradores de
Saintes, que tenían un hijo enano, pues
a sus diecisiete años apenas alcanzaba los sesenta y dos centímetros de talla, cedieron,
a cambio de cierta suma de dinero, su raquítico hijo a un saltimbanqui para su
exhibición en la ferias. El infeliz muchacho no era, a decir de las crónicas
periodísticas del suceso, excesivamente agraciado ni inteligente,
circunstancias que fueron una desgracia para él, pero una suerte para su
explotador. El caso es que tras una
temporada de continuos éxitos recorriendo las ferias de los pueblos, el
empresario decidió renovar el espectáculo: disfrazó al infeliz de domador de
fieras y, a regañadientes, se vio éste dentro de una pequeña jaula rodeado de
una docena de gatos a los que el imaginativo dueño no tuvo mejor ocurrencia que
teñirles el pelaje con rayas, como si de pequeños tigres se tratara. Las
funciones se sucedían con gran éxito. El enano Joseph, que así se llamaba el
muchacho, hacía restallar el látigo con soltura, y los gatos, ahora convertidos
en minúsculas fieras brincaban de un taburete a otro, haciendo las delicias de
los espectadores. El doce de julio de aquel mismo año la función había
comenzado como de costumbre. Todo parecía suceder con normalidad hasta que una
de las fierecillas, olvidada su condición gatuna, desobediente a la orden del
domador, dirigió su salto, cual auténtico tigre, sobre la garganta del enano,
que sorprendido cayó al suelo. Al instante las otras “fieras” se abalanzaron
sobre la víctima. Cuando se logró entrar en la jaula para socorrer al pequeño
domador tenía el rostro desfigurado, los ojos fuera de sus cuencas y la vida
perdida.
Los presentes, al ver lo sucedido,
horrorizados, pero indignados, buscaron al empresario saltimbanqui con la
intención de lincharlo, pero éste, prevenido por el cariz que tomaban las
cosas, puso rápido pies en polvorosa y con las habilidades propias de su oficio logró huir; por poco tiempo, pues inmediatamente se dio orden para su captura y
poco después era detenido en una fonda de Lille.
Qué horror, qué historia tan trágica. Pobre chiquillo. Pero no resulta tan desconcertante la brutalidad humana como la de los gatitos que acabaron por creerse tigres a base de representar el papel, y con tal fiereza que lograron matarlo ante una multitud de gente antes de que nadie pudiera rescatarlo. Asombroso.
ResponderEliminarBuenas noches, monsieur
Bisous
Pobre enano, aunque antes de meter en prisión al empresario del circo, yo habría ido a por los padres que lo vendieron.
ResponderEliminarQué historia más terrible. Por algo no me han gustado nunca los circos, las jaulas no me hacen ni chispita de gracia.
Un abrazo DLT.
En algunas cosas hemos avanzado, por suerte la moral cambió, si parece mentira que hasta sus propios padres lo hubieran expuesto de modo tan brutal.
ResponderEliminarComo siempre, sus historias interesantisimas. Saludos.
Una historia tremenda y conmovedora. Los espectadores, esos que luego se pusieron a perseguir al ruin empresario, son los mismos que antes iban a divertirse con la mofa del pobre Joseph. ¡Lamentable!
ResponderEliminarUna historia espeluznante. Parece que los gatos habían asumido su papel de fieras.
ResponderEliminarUn saludo.
Leí una novela de Gary Jennings: Lentejuelas, creo que se titulaba, donde se habla de la historia del XIX a través de las aventuras de un circo. Se contaba una historia así, no se me había ocurrido que pudiera estar inspirada en algo real... Que historia tan terrible.
ResponderEliminarUn beso, dlt
Tristísima historia, desde luego; la vida está llena de casualidades, algunas tan malas como esta. Buena semana, amigo
ResponderEliminarTriste y trágica historia de aquellos tiempos en que la esclavitud de los niños era vista como normal, ya que eran vendidos y obligados a trabajar y en la mayoría de los casos a prostituirse para llevar el alimento a sus casas.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Que crudeza la historia que nos presentas! Por suerte, hoy día, casos de estos están tipificados como delito...
ResponderEliminarSalud ¡¡¡
EL sufrimiento de Joseph nos ha dejado en puro estremecimento. Da que pensar que los gatos le atacaran, casi seguro que los animales también padecieron violencia y penalidades, nada extraño en un ambiente tan desgraciado. Horrible vida la del chico.
ResponderEliminarUn abrazo.
La crueldad humana no tiene límites. Me recuerda el caso del hombre elefante. Que triste.
ResponderEliminarTriste historia Marques. Desconocida para mi, pero triste y brutal.
ResponderEliminarLa humanidad a veces se regocija en su propia crueldad, que llega incluso a la propia especia.
Saludos Marques
Bueno , venía muy contenta , y tu historia ha hecho desdibujar mi sonrisa.
ResponderEliminarBueno, vengo a darte la gracias por estar a mi lado. El premio es para todos y de todos, sin ustedes no seria mi blog , el blog del año
Con ternura
Sor. Cecilia
Hola Desdelateraza, una historia tremenda que nos traslada a la desgracia que tiene aquel que ha nacido diferente a lo que se considera normal y mucho má en el siglo XIX...menos mal que hoy en día gracias a la discriminación positiva esto ha ido disminuyendo en Estaos como el nuestro, porque por desgracia hay lugares del mundo donde nacer con una discapacidad, nacer diferente o nacer mujer, te puede costar la vida...
ResponderEliminargracias por tus relatos históricos son geniales...
Un abrazo
Ciertamente, querido Dlt, es un caso tristísimo el que nos traes, digno ejemplo del trato indigno que en muchas ocasiones, muchos lugares y muchos momentos históricos se les ha dispensado, y desgraciadamente se les sigue dispensando, a algunos seres humanos por parte de otros "congéneres".En palabras primero de Plauto, "Lupus est homo homini", y más tarde de Hobbes, "Homo homini lupus", 'El hombre es un lobo para el hombre', los hombres suelen hacer mucho mal a sus semejantes.
ResponderEliminarPara reequilibrar la balanza y expresar el sentimiento de la solidaridad humana séame permitido traer aquí las sabias palabras de Terencio, "Homo sum, humani a me alienum puto", 'Soy hombre; nada de lo que es humano lo considero ajeno a mí'.
Excelente entrada, amigo mío, y mil bicos.
Que horror. Hoy no me ha gustado nada el post:-)
ResponderEliminar)El tema vaya, no como lo has escrito que es excelente como siempre)
Vaya una crueldad. ¿Como se podía consentir esto? Es que la gente que iba a ver e espectáculo no se daba cuenta?
Anda que los mininos debía estar hasta el gorro de latigazos.
Bss
Me parece horroroso e increíble. Por cierto, me encantan los gatos.
ResponderEliminarSiempre ha habido gentes que han aprovechado las deformidades o las minusvalías de los demás como un negocio, lo triste es el final que tuvo este chico.
Un saludo.
Desconocía la historia, de una tristeza infinita.
ResponderEliminarSaludos.
Un grupo de gatos pueden llegar a ser muy violentos, recuerdo una anécdota de chico, cuando había mucho perro callejero por los pueblos, llevabamos alguno a una determinada calle donde había muchos gatos y se lanzaban como posesos, ocho o diez, a por el perro, terminando por salir todas las veces que lo hicimos con el rabo entre las piernas. Era una calle estrecha y pequeña, ningún perro volvía por allí, ni los más fieros.
ResponderEliminarEs muy tremendo todo esto.
ResponderEliminarSaludos.
La explotación por saltimbanquis de las deformidades humanas era común en algunas épocas. He oído historias como la que cuentas pero no como la cuentas que hasta he sentido algún zarpazo perdido. Con lo que me gustan a mí los mininos y la mala prensa que tienen...
ResponderEliminarUn abrazo, Dlt.
¡Qué historias, amigo!A mí me gustan los gatos pero no puedo tenerlos.Un gusto estar en tu Blog, amigo, con ciertas demoras por cierta carencia de tiempo. Un abrazo y te espero en el camino o escribiendo.
ResponderEliminarMal obró el saltimbanqui, pero a los padres de ese pobre ser les tenían que haber metido en una jaula con tigres auténticos.
ResponderEliminarSiento pensar así, pero...es que tengo hijos.
Saludos dlt.
Triste historia, amigo, me hizo recordar la del "hombre elefante",otra historia de abusos y maltratos donde sale a flote la peor parte del ser humano.
ResponderEliminarQue buena tu foto del gato, un abrazo.
Gracias por tu comentario, rezo por cuantos aún podéis disfrutar de papa o de mama.
ResponderEliminarCon ternura
Sor.Cecilia
Triste historia, para mí desconocida. Gracias por revelarnos a personajes y hechos como éste. Un abrazo, DLT.
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