No,
no fue una linajuda dama orgullosa de título nobiliario la protagonista de esta
historia. Así, con ese nombre, se constituyó una sociedad mercantil, cuyo
objeto era la minería y cuyo propósito era al parecer encontrar un tesoro. El
lugar elegido fue un cerro próximo al granadino pueblo de Pinos Puente, el
Cerro de los Infantes.
El
lugar tiene su historia y su leyenda. De la primera es por lo que el cerro recibe
su nombre, porque allí el 25 de junio de 1319, don Juan(1), infante de Castilla, y su sobrino don Pedro,
también infante, murieron durante la batalla de la Vega de Granada contra los
ejércitos del sultán nazarí Ismail I; de la segunda porque hubo allí un palacio
que guardaba grandes tesoros, que nunca fueron encontrados.
El
mismo año en que Isabel II dejaba España, llega a “La Duquesa ” José Da Costa
Leitao Oliveira, un arribista portugués de currículum poco recomendable, que
atento a cualquier oportunidad y atraído por el olor del dinero se presenta en
Pinos Puente. No le cuesta mucho ser nombrado director del proyecto; pero sus
intenciones son otras. En realidad, Da Costa es un alumbrado, o un loco, quién
sabe. Se autoproclama con el rimbombante título de “El tercer testamento” de reminiscencias
mormónicas, un enviado de Dios. Se rodea de una corte “divina”. Su facilidad
para hacer prosélitos para su causa es enorme. Casi como un nuevo mesías en
poco tiempo sus seguidores son legión. Pronto el cerro, la mina, el tesoro son
olvidados, de momento.
Lo
que sucede en Pinos Puente llega a oídos del Gobernador Civil de Granada don
Francisco García Goyena. No parece gustarle mucho al gobernador lo que allí
sucede, y requiere a la propiedad de la mina para que la actividad de “La Duquesa ” sea la expresada
en sus estatutos y no otra. Mientras Da Costa sermonea a sus fieles, suben al
cerro dos guardias civiles para notificar la orden gubernativa. Manda el cabo
Andrés Pérez, que se ocupa de dar lectura a la nota del gobernador, más no
puede terminar, Da Costa, a quemarropa, dispara contra el cabo Pérez. Lo mata.
Luego, acólitos suyos, un tal Rivera y otro llamado Cid, exculparían al
portugués, diciendo ser ellos quienes dieron muerte a Pérez. El dominio de Da
Costa sobre las voluntades ajenas es indudable. Las autoridades, tras el
crimen, buscan a Da Costa, no lo encuentran. Preguntan. Todos callan, aunque
saben. Le han ayudado a huir. Lo han tenido oculto en Granada. Allí ha estado
muchos días a salvo. Pretenden sus seguidores sacarlo de España por Gibraltar.
De camino lo llevan a la choza del santo de Ojén, un santurrón anacoreta que habita por aquellos
parajes malagueños. Da Costa, que cuenta con ayuda, espera el momento. No lo
consigue, enterada la
Benemérita es capturado en la Sierra Parda de Ojén.
Granada desde El Generalife. Da Costa se ocultó en Granada a la espera del momento apropiado para, a través de Gibraltar, huir de España. |
Y
se le juzga. Un Consejo de Guerra lo condena a muerte, también a los otros
inculpados en el asesinato del cabo Pérez que se declararon culpables; mas
éstos, con mejor suerte, fueron indultados el mismo día de su ejecución. Tuvo
que ver mucho en ello el obispo de Granada y, sobre todo, el duque de Abrantes,
pues uno de los condenados era guardia suyo.
El
21 de febrero de 1879, en los muros del cementerio de Pinos Puente está José Da
Costa Leitao Oliveira, enfrente hay un pelotón de fusilamiento. Es el fin de
una historia que más valdría no hubiera sucedido.
(1)
El infante don Juan de Castilla, hijo de Alfonso X y hermano del Sancho IV, ganó
fama durante los sucesos de Tarifa donde el infante, aliado entonces de los
benimerines, raptó al hijo del defensor de la plaza Alonso Pérez de Guzmán, que
sería conocido desde entonces como “el Bueno”, amenazando con matarlo si no
rendía Tarifa. Famosa fue la respuesta que dio Guzmán al infante por dicha
amenaza cuando le constestó: “Más vale
honra sin hijo, que hijo sin honra” y arrojando su puñal para el sacrificio de
su hijo, mantuvo la plaza por encima de la vida de su hijo.
Ciertamente cada lugar tiene su historia y en este blog nos las vas desgranando poco a poco de forma muy amena. Hay que ver la de problemas que acarrean siempre esos alumbrados. Y sobre Perez de Guzman elijo a mi hijo por encima de cualquier plaza. Que le vamos a hacer pero no soy una buena estratega.
ResponderEliminarUn saludo.
Por lo menos fué juzgado pero sí; que me impresiona o mejor dicho me horroriza pensar como hay personas que pueden deslumbrar con su labia como en el caso de este alumbrado y saben comprar la fidelidad con falsas promesas.
ResponderEliminarEl honor, la honra, el que diran: siempre ha sido una constante y más en esas épocas : que la vida de una persona no valia ni un maravedí.Era una constante demostrar su nobleza y pundonor.
Un abrazo DLT.
Increíble como hay personas que se hacen con seguidores incondicionales hasta el punto de confesar un crimen que no había cometido. Lo que no entiendo porque este "loco" disparó a bocajarro contra el guardia. Si era un mandado.
ResponderEliminarUn historia curiosa sin duda, cuando aprendo en este blog:-) Es que lo haces muy ameno.
Bss y un excelente finde
Un personaje el portugués. Quien mal anda mal acaba.
ResponderEliminarUn saludo.
La España del XIX está plagada de situaciones tremendas. Se queda uno estupefacto,
ResponderEliminarA Guzmán si que habría que haberlo fusilado y no hacerle estatuas y monumentos, aquí tiene una en el medio de una fuente, la mano que levanta el puñal apunta directamente a las estaciones de tren y autobús, por eso dicen que "el bueno" está indicando que "Si no te gusta León, allí tienes la estación"... Y yo por qué leeré el texto y veré a Joaquim de Almeida siendo Da Costa...
ResponderEliminarUn beso, dlt
Es una historia bizarra la del iluminado portugués. Me pregunto si ante su fusilamiento hubo algún conato de insurrección por parte de sus seguidores.
ResponderEliminarMuy curiosa entrada. Un saludo.
Una historia de charlatanes y de un pueblo inculto que se deja llevar.
ResponderEliminarCuriosa historia.
Un abrazo Dlt.
La verdad, monsieur, que leyendo el título poco imaginaba yo la historia que nos iba a contar hoy. Nos ha llevado por curiosos vericuetos dignos de un relato de género negro.
ResponderEliminarFeliz día
Bisous
Lamentable toda la historia, pero de las que tantas se han vivido en nuestra querida España.
ResponderEliminarUn abrazo.
No por azar, sino porque la vida tiene estas coincidencias, resulta que soy de Ojén (Málaga), donde no oí hablar de esta historia, pero sí del anacoreta "Pedro el Santo", del cual se cuenta que hacía predicciones que luego se fueron cumpliendo con el paso del tiempo.
ResponderEliminarPrecisamente en la Sierra Parda, el 9 de febrero de 1937, fue tiroteado mi padre por unos números del ejército moro, salvando la vida tras quitarle lo que llevaba encima y le llevaron preso a Marbella. A los pocos meses fue movilizado por su quinta y le mandaron al frente... No cuento más por no robar protagonismo a esta linda historia.
Un abrazo.
Curiosa la historia del portugués. Siempre ha habido gente con labia suficiente para llevar a donde han querido a numerosas personas, y todavía quedan. Un abrazo desde mi mejana
ResponderEliminarLa historia, mejor dicho, el perosanje me ha recordado a cierto pajarito de cierta república... Por la labia digo.
ResponderEliminarCreo que a fin de cuentas el final se lo buscó el mismo portugués...
Saludos Marques.
El fin de Da Costa se veía venir y más en aquellos tiempos en los que la muerte se pagaba con la muerte. Es seguro que al gobernador de Granada no le haría la menor gracia ver por esos pagos a unos iluminados dirigidos por un sinvergüenza que parecía hacerse con las riendas de un imperio económico nada desdeñable.
ResponderEliminarUn saludo
Una historia curiosa. Siempre me ha llamado la atención estas personas capaces de anular la voluntad de los demás.
ResponderEliminarUn abrazo.
De película..."El tercer testamento", na menos.
ResponderEliminarUn saludo.
Impecable, voy a hurgar más por estos lares.
ResponderEliminarToda una historia, dlt. Y a veces nos creemos que las sectas las inventó Charles Manson.
ResponderEliminarAbrazos
El enviado de Dios, el iluminado, un ser divino que ha venido a guiarnos en nuestra confusion... ummmm... me pregunto ¡cuantos quedan y quedaran todavia por delante!? santurrones nuevos siempre esperan a la nueva corriente de ignorancia y sin sentido que las correintes de la vida traen, indefectiblemente.
ResponderEliminarSuper interesante articulo, aprendo mucho en tu blog.
Saludos.
La lucha por el poder (político, económico, religioso o social) siempre tiene estos finales dramáticos.
ResponderEliminarEn todas las épocas (incluida la actual) siempre hay esos "enviados divinos" cuyo fin es hacerse con el poder de las masas. Solo que unos son más inteligentes que otros y no lo proclaman a los cuatro vientos, sino que actúan como si lo fueran, quizás enmascarados en otra denominación más políticamente correcta.
Me gusta aprender (de) estos vericuetos históricos, Dlt, que si tú no los contaras estarían en la más profunda de mi ignorancia. Gracias.
Un abrazo.
Y yo que no estoy tan segura de que hoy no pudiera pasar algo así…Cuando oigo algún mitin de ciertos iluminados que también prometen una mina a su público…
ResponderEliminarInteresante relato. Muchos locos a lo largo de la Historia han tenido esa capacidad de convencer con la palabra, de hacer pensar a los demás lo que ellos querían que pensaran y casi todos acabaron mal.
ResponderEliminarSaludos