El
mismo día 29 de julio, en el que caía el último hombre en la posición
Intermedia A, era cercado el ejército del general Navarro. Su llegada a Monte
Arruit, a la desesperada, ha ido dejando un reguero de cadáveres. Aun así han
logrado refugio más de tres mil hombres, que tienen que compartir apenas cien
litros de aceite, 23 sacos de arroz, 228 de cebada, 10 de garbanzos y 16 de
alubias. Eso y los caballos y mulos que puedan y cuya carne no se haya podrido
con el sofocante calor norteafricano.
Pero si la comida es poca,
el agua aún escasea más. Con la aguada lejos del fuerte, en zona batida por los
rifeños, que en número de cinco mil rodean Monte Arruit, el panorama es
desolador. Y desde España el ministro Eza y el general Berenguer, con miedo a
perder Melilla, no saben y si lo saben no se atreven a socorrer a los sitiados,
que mueren a razón de veinticinco por día. La situación se torna insostenible.
Ya que no se recibe ayuda, hay que buscar una solución desde dentro. Don
Eduardo Pérez Ortiz, uno de los jefes que como el general Navarro, como
prisionero, lograría salvar su vida escribiría tiempo después: ¿Qué organización era la nuestra que en diez
y nueve días -del 21 de Julio al 9 de Agosto- y sin poder estorbar el enemigo
el desembarco, no pudo saltar a la Restinga una columna y recorrer 25 kilómetros de
terreno llano para auxiliar a los sitiados de Monte-Arruit?
El día 6 de
agosto, con ánimo de parlamentar, enarbolando una bandera blanca, sale el
teniente Nicolás Suárez Cantón. Es recibido a tiros y cae abatido sobre el seco
terreno. El día 8, quien sale es el comandante Villar, que logra alcanzar las
posiciones enemigas. Nada se sabe de él durante ese día. El día 9 Monte Arruit
queda sin reservas de agua. Muchos soldados fuera de sí saltan al exterior
camino de la aguada que, batida por el enemigo, es convertida en cementerio de
españoles. Poco después aparece Villar. Parece haber llegado a un arreglo:
entregar las armas y partir con los heridos sin que se les cause daño alguno.
Navarro, sin otra alternativa acepta. Ante el portalón del fuerte el general,
algunos oficiales y soldados están con parte de los jefes rifeños con los que
se ha acordado la rendición, y parten camino de la estación. De pronto la harka, como una fiera enloquecida, se dirige
hasta el fuerte a tomar el botín y se produce la masacre, indiscriminada y
brutal, de los indefensos. Tampoco Navarro está a salvo. Hacia él y los
oficiales que le acompañan se dirige la turba asesina. Es uno de los jefes
rifeños que está con ellos, Ben Che-lal, quien a punta de fusil los defiende y
a la grupa de sus propios caballos los salva de una muerte segura, para
conducirlos a un cautiverio, en condiciones tan duras que de los 534 cautivos
en poder de Abd-el-Krim, en Axdir, sobrevivirán 326, al ser liberados dieciocho
meses después. Había exigido Abd-el-Krim un rescate de cuatro millones de
pesetas por los prisioneros, pero la herida había sido tan grande que hasta la
liberación de los prisioneros fue motivo de discrepancias. Finalmente, con intervención
del banquero Horacio Echevarrieta con antiguos vínculos con los cabecillas
rifeños, el rescate fue pagado y los prisioneros liberados.
OTRO SALUDO Y MÁS GRACIAS .
ResponderEliminarGUILLERMO
Aquello fue una sangría. En soldados, en dinero y en prestigio militar.
ResponderEliminarUn saludo.
Un parte de guerra que leído a tiempo pasado nos deja solo la practica de leer historia, y no toda la historia nos place. Un abrazo
ResponderEliminar¡Qué desastre!
ResponderEliminarTerrible relato... Estremece...
ResponderEliminarSaludos Amigo. Que todo vaya bien
Y lo malo es que desde Madrid parecían hacer oídos sordos ante tanta sangría. Así se explica el descontento de parte de los militares africanistas en los últimos compases de la Restauración, en la dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República.
ResponderEliminarUn saludo
No tengo palabras para describir esta terrible y trágica situación, ni para decirles lo que siento a esos responsables que enviaron a las tropas a una muerte segura.
ResponderEliminarMagnífico trabajo.
Un fuerte abrazo, amigo.
Qué situaciones tan impactantes!!.
ResponderEliminarUn relato sobrecogedor.
Un abrazo.
Nunca había leído nada de este terrorífico episodio que oí contar de niña a unas tías. En él murió un tío de mi madre de 24 años, que era militar. Todo este tema me está interesando mucho, DLT.
ResponderEliminarQue terrible todo lo que nos relatas Dlt, cuántas muertes innecesarias.
ResponderEliminarAbrazos.
¡Vaya masacre! Un saludo.
ResponderEliminarEl nombre completo de mi tío Nicolás Suárez Canton, era: Nicolas Suarez-Canton Llanes-Queipo de Llano. Había nacido en la casa materna, solariega de los Llanes-Queipo de Llano, en Santianes de Tuña, concejo de Tineo (Asturias). Su hermano Luis, mi padre, al poco tiempo de la muerte con 24 años, de su hermano Nicolás pidió incorporarse al ejército de Marruecos, siendo destinado a la Meha-la Jalifiana del Rif y posteriormente a los Regulares de Alhucemas.
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