El mundo acaba de enfrascarse en una guerra. Cada bando defiende sus posiciones, pero lo cierto es que en una guerra todos pierden: los civiles sufren en retaguardia, pero en el frente los soldados mueren. Así sucedía durante el mes de diciembre de 1914.
Los soldados están agazapados en sus trincheras. Se protegen del fuego enemigo. Alemanes a un lado, británicos y franceses enfrente. Llevan varios días de combate. La guerra había comenzado apenas cuatro meses antes. Alemania quería resolverla rápidamente. No sabía lo penosa que resultaría para todos. Una guerra relámpago iba a convertirse en una guerra de desgaste. Ahora, en Yprés, se estaba dando uno de los primeros pasos de ese gran desastre que es una guerra, la primera que la Historia ha llamado Mundial.
El frío es terrible en el día de Nochebuena de 1914. Todo sucede como la víspera, como la antevíspera… Va anocheciendo. De pronto, ya obscuro, alguien de entre los atrincherados alemanes comienza a cantar. Todos lo oyen, los de uno y otro lado. Y todo el mundo conoce la canción. Es un villancico. Se llama Noche de Paz. Ya no se oye el ruido de los disparos. Las únicas luces que se ven en la trinchera no son las de los fogonazos al apretar los gatillos, son los arbolitos de navidad que los soldados alemanes asoman por las trincheras. En plena guerra hay música de paz. Los ingleses tampoco disparan, cantan también. Al fin algunos soldados saltan de las trincheras, pero nadie dispara. Se encuentran. El espíritu navideño ha triunfado. La posteridad ha conocido el caso como la “Tregua de Navidad”, porque no terminó en Nochebuena. Al día siguiente, día de Navidad, la tregua continua. Se entierran los cadáveres que sembraban el campo de batalla, los soldados confraternizan, intercambian recuerdos, llegan incluso a disputar sobre el helado suelo un partido de fútbol.
Pero lo que estaba sucediendo era sólo cosa de aquellos hombres cansados, sucios, con miedo a morir, fuera de sus hogares, enviados a una guerra, que habían logrado parar sin conocimiento de sus superiores. Y Llegó a oídos del mando inglés lo que sucedía. Un oficial fue encargado de realizar una inspección. Todo le pareció normal. Toda la tropa ocupaba su puesto, pero el silencio reinaba en el frente. No se oían disparos. Al fin, con pésima puntería, se intercambiaron algunos tiros con la intención de fallar. Es la última rebeldía contra la guerra. La tregua terminaba. No lo querían los soldados, pero la realidad se impuso. Los mandos ordenaron el ataque. Los siguientes disparos causarían muertes. La Navidad había terminado. La guerra continuaba.
Los soldados están agazapados en sus trincheras. Se protegen del fuego enemigo. Alemanes a un lado, británicos y franceses enfrente. Llevan varios días de combate. La guerra había comenzado apenas cuatro meses antes. Alemania quería resolverla rápidamente. No sabía lo penosa que resultaría para todos. Una guerra relámpago iba a convertirse en una guerra de desgaste. Ahora, en Yprés, se estaba dando uno de los primeros pasos de ese gran desastre que es una guerra, la primera que la Historia ha llamado Mundial.
El frío es terrible en el día de Nochebuena de 1914. Todo sucede como la víspera, como la antevíspera… Va anocheciendo. De pronto, ya obscuro, alguien de entre los atrincherados alemanes comienza a cantar. Todos lo oyen, los de uno y otro lado. Y todo el mundo conoce la canción. Es un villancico. Se llama Noche de Paz. Ya no se oye el ruido de los disparos. Las únicas luces que se ven en la trinchera no son las de los fogonazos al apretar los gatillos, son los arbolitos de navidad que los soldados alemanes asoman por las trincheras. En plena guerra hay música de paz. Los ingleses tampoco disparan, cantan también. Al fin algunos soldados saltan de las trincheras, pero nadie dispara. Se encuentran. El espíritu navideño ha triunfado. La posteridad ha conocido el caso como la “Tregua de Navidad”, porque no terminó en Nochebuena. Al día siguiente, día de Navidad, la tregua continua. Se entierran los cadáveres que sembraban el campo de batalla, los soldados confraternizan, intercambian recuerdos, llegan incluso a disputar sobre el helado suelo un partido de fútbol.
Pero lo que estaba sucediendo era sólo cosa de aquellos hombres cansados, sucios, con miedo a morir, fuera de sus hogares, enviados a una guerra, que habían logrado parar sin conocimiento de sus superiores. Y Llegó a oídos del mando inglés lo que sucedía. Un oficial fue encargado de realizar una inspección. Todo le pareció normal. Toda la tropa ocupaba su puesto, pero el silencio reinaba en el frente. No se oían disparos. Al fin, con pésima puntería, se intercambiaron algunos tiros con la intención de fallar. Es la última rebeldía contra la guerra. La tregua terminaba. No lo querían los soldados, pero la realidad se impuso. Los mandos ordenaron el ataque. Los siguientes disparos causarían muertes. La Navidad había terminado. La guerra continuaba.
Pero ninguno la quería, a pesar de sus gobernantes...
ResponderEliminarSalud¡
Precioso relato, ojalá en todas las guerras sucediera un encuentro similar entre contendientes.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y ¡Feliz Navidad !
Hermosisimo, monsieur, y muy conmovedor.
ResponderEliminarNo es que me gusten mucho estas fiestas, pero el final de este relato justifica sobradamente el titulo. Si es para que se interrumpan las guerras, ciertamente ojala fuera siempre Navidad.
Buenas noches
Bisous
¡Ójala no hubiera nunca más guerras!!
ResponderEliminarEL relato es precioso, ninguno de los que les toca sufrirlas y padecer las consecuencias las quiere.
Un beso
¡Que belleza! :)
ResponderEliminarFeliz Navidad, dlt
Me he ido desde aquí a la wiki, porque me ha emocionado el hecho que desconocía completamente. Es una historia realmente preciosa, pero tú la cuentas mejor ;)
ResponderEliminarUn abrazo
Bonita lección. A la guerra no van quienes la provocan, sino los pobres desgraciados que mueren como perros para defender no sé qué en nombre de no se sabe qué.
ResponderEliminarUn saludo.
Estoy de acuerdo con lo que dice Cayetano.
ResponderEliminarUna historia muy conmovedora.
Saludos.
se lo podrían haber jugado todo con el partidillo de futbol... hubiera sido todo mucho mejor para todos...
ResponderEliminarLa Navidad impregna, lo queramos o no, nuestra vida. Por mucho que huyamos de ella nos asalta y nos conmueve en oleadas, es verdad, dependiendo del estado de ánimo o de las circunstancias de la vida, pero siempre vuelve, sobre todo en casos extremos como éste que nos cuentas. Soldados que se unen que dejan las armas por un momento, recordando sus casas y sus seres queridos. Y, siendo realistas, la actitud de estos hombres nos hace pensar que en realidad ellos no querían la guerra. Estaban allí, en las trincheras porque no les quedaba más remedio. Querín huir y no podían, abrazar a sus hijos y sus esposas y estaban encadenados a las armas, luchando por una patria que bebía su sangre ansiosa de cadáveres. Nadie quiere la guerra salvo unos pocos que quieren dinero y poder, no el resto de los mortales.
ResponderEliminarSaludos
Conocía este episodio de la 1 era guerra Mundial. Y no será el último que ocurra durante las sucesivas guerras.
ResponderEliminarUn relato que trae el verdadero valor de la Navidad.
Saludos y Feliz Navidad
Sencillamente genial este episodio para recordar el espíritu fraterno y de camaradería que es la navidad, obviando todo lo de teatralidad y novelero que la adorna (regalos, fiestas, despilfarros...). Hoy sigue habiendo guerras en el mundo y, probablemente, tengan que matar el día de nochebuena y el de navidad, quieran o no quieran. Conmovedor tu relato. Un cordíal saludo y el deseo de unas navidades felices y un próximo año lleno de paz y salud, para tí y para los tuyos. Paco.
ResponderEliminarUn relato desgraciadamente muy frecuente. Aún no había nacido y mi madre ya hu de las bombas. Todo un sinsentido desear feliz Navidad, tregua para el dia siguiente volver a la andadas.
ResponderEliminarQue la paz, y la cordura reinen en este bello Planeta y en nuestros corazones porque el 2011 nos haya devuelto la cordura.
Un abrazo y Felices Fiestas
Gran relato. Contrariamente a la opinión de José Luis hicieron bien en no jugare la guerra en el partidillo porque el futbol, como dijo Lineker, es un juego de once contra once donde siempre gana Alemania.
ResponderEliminarUn saludo y Felices Fiestas.
Vengo a desearte, ¡FELIZ NAVIDAD! Y QUE DISFRUTES DE ESTOS DÍAS RODEADO CON TU FAMILIA.
ResponderEliminarUN BESO ENORME
Así es, tal cual, así es... Ojalá..., ojalá siempre fuera Navidad.. Ojalá se acabaran todas las guerras, ésas en las que se derrama sangre, sí, pero también aquellas cotidianas en las que nos enfrascamos casi sin saber cómo, pero que a la postre tanto daño nos hacen asimismo...
ResponderEliminarQue la luz del Señor ilumine tu camino y el de los tuyos, y os colme de salud, paz, amor y prosperidad en estas entrañables fiestas y para siempre...
¡Feliz Navidad, amigo!
Recibe un cálido abrazo.
Paso otra vez a desearte Feliz Navidad y Feliz Año.
ResponderEliminarUn abrazo.
Felices fiestas.
ResponderEliminar¡Saludos!