QUE EL CIELO LO JUZGUE

    Es una de las esculturas más famosas de su autor, y de entre las muchísimas que hay en el monasterio de El Escorial, de las más admiradas. Y la esculpió un artista tenido por corrupto, inmoral, sin más principios que aquellos que podían beneficiarle, mujeriego y sodomita al mismo tiempo y, asesino. Se podría pensar que con tal semblanza personal, hecha por los historiadores, según sus actos y su autobiografía “Vita”, su padre, Giovanni, un maestro de obras florentino y aficionado a la música, anduvo errado al bautizarlo con el nombre con el que expresaba la alegría de su nacimiento, de su llegada a este mundo: Benvenuto.

    El saludado y nombrado así por su padre nació al comenzar el siglo XVI. Su vida transcurrió entre amigos y enemigos, entre cuidad y ciudad. Ya de joven, en su querida Florencia, tuvo una disputa con los hermanos Guasconti, también orfebres: apuñala a uno de ellos y se ve obligado a huir, lo hace disfrazado de fraile. Su destino es Roma. Su fama crece, el Papa le quiere, le da trabajo y le protege. Allí participa en la defensa de la ciudad frente a las tropas de Carlos de Borbón, al que, se dice, ha matado de un disparo de arcabuz. No hay certeza de que fuera así, pero sí de que asesinó tiempo después a un guardia que en defensa propia había matado a un hermano suyo durante una pelea; y a Pompeo de Capitaneis, otro orfebre al que acusaba de quitarle el trabajo: dos certeros cortes con su puñal dan con el rival en tierra para siempre; pero Cellini es un artista famoso, quienes tienen el poder y el dinero quieren que trabaje para ellos, también el nuevo papa Pablo III, que le protege, como hizo el anterior, aunque también tiene enemigos, y algunos de ellos quieren vengar a sus amigos asesinados. Benvenuto huye. Primero va a Florencia, después Venecia, París, otra vez Florencia, otra vez Roma… y, nueva disputa, ahora con el famoso Bandinelli, al que tacha de mal escultor.

    Porque Benvenuto Cellini se tenía a sí mismo como un buen escultor, aunque fuera más conocido como orfebre. Lo cierto es que tenía genialidad sobrada para todo arte, y fue él quien, como inspirado por la gracia divina, realizó el Cristo de mármol blanco que hoy podemos ver en el monasterio escurialense.

    Esa inspiración le ha llegado en 1566, cuando Benvenuto tiene 66 años. Esculpe “el Cristo”. Primero lo realiza en cera, por fin en blanco mármol de Carrara. Está orgulloso de él. Aunque, durante su vida, no ha cumplido como un buen cristiano, Benvenuto, como él mismo dice, se considera inspirado por el Todopoderoso para realizar una obra que le sitúa al nivel de los más grandes escultores. El Cristo acaba siendo comprado por Cosme de Medicis, que no lo había aceptado como regalo del escultor. En 1576 Francisco I Medicis, sucesor de Cosme lo dona a Felipe II, que lo aprecia en lo que vale. Lo manda llevar al monasterio del Escorial, obra cumbre de su reinado: palacio, monasterio y sepulcro suyo. La desnudez del cuerpo, objeto de crítica, impide que sea instalado en la sala capitular. Los monjes se oponen a tenerlo donde se reúnen, pero no impide al rey Felipe admirar la perfección y la belleza de la obra. Queda instalado en una capilla donde aún está, cubierta su desnudez, pero igualmente admirable, tal y como lo concibió Benvenuto Cellini. Juzguemos sólo su arte: esplendido, y sea el cielo quien juzgue su alma, en la que creía como mejor parte del ser humano, según manifestó en su testamento.
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2 comentarios :

  1. Madame, llego justamente para uno de mis artistas favoritos, con fama de espadachín, ademas, para hacerlo mas interesante.

    Verá, al parecer dejó usted un comentario en mi blog, pero resulta que no sé por qué blogger lo ha enviado a ese control de spam que han puesto ahora, y acabo de verlo alli por pura casualidad ahora que me ha dado por mirar la bandeja. Lo cierto es que no sé cómo hacer para que aparezca en el blog, porque no veo que dé opcion. Si usted sabe qué puedo hacer al respecto, se lo agradecería.

    Muchas gracias por la visita

    Bisous

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  2. Ay perdón, monsieur, que lo he llamado madame por error. Qué comienzo tan desastroso! En estos momentos si la tierra se abriera y me tragara me haría un inmenso favor.
    Usted disculpe, monsieur.

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