Casi
al mismo tiempo que en España Felipe IV, a sus quince años, heredaba la corona
española, a nueve mil kilómetros de distancia, en China, hacía lo propio con el
trono del Dragón el joven Hsi Tung que, también a los quince años, sucedió a su
padre, quien a penas tras dos meses de reinando resultó muerto, según todas las
sospechas, por envenenamiento. El joven Hsi Tung, ahora el emperador Tianqi,
pronto quedó bajo el dominio del eunuco Wei Zhongxian.
Durante
la dinastía Ming, más que en ninguna otra, los eunucos habían logrado adquirir
una notable importancia en la administración imperial. Muchos procedían de
familias pobres cuyos padres ansiaban, mutilando a sus hijos, mejorar su
posición social. No parece que fuese el caso de Wei. Aunque no se conoce mucho
de su vida antes de entrar en palacio, sí se sabe que fue castrado para poder
entrar al servicio del palacio imperial y eludir así la condena por unas deudas
de juego. Así fue como al llegar al poder Tianqi, Wei tenía una importante
posición obtenida gracias a sus argucias y al decidido apoyo de Wan Li, la
concubina favorita del emperador fallecido y madre del joven emperador.
Tianqi
era de naturaleza enfermiza, inculto y más dado a los placeres del sexo y a las manualidades que a las tareas del
Estado. Había sido criado por la señora K’o. Como Wei, tenía esta señora un
gran ascendiente sobre el emperador y era tan perversa como aquél, por lo que no
tardó mucho en conseguir el favor del eunuco jefe Wei, en sustitución de la señora
Li. La juventud y sobre todo la falta de
interés por los asuntos del gobierno facilitaban a Wei el manejo de la
administración del imperio en su propio provecho. Alejado de toda tarea de
gobierno, dedicado a sus diversiones preferidas que le facilitaban sus malvados
favoritos, cuando se cumplió el año de su reinado, sintió deseos de contraer
matrimonio. Sus consejeros le presentaron a las finalistas de un concurso de
belleza convocado por el Imperio en el que el premio para la ganadora era
convertirse en la consorte imperial. Tianqi eligió a Perla Preciosa: una joven
de quince años, con el nombre acorde con su belleza y con las cualidades que
pronto exhibiría a favor de su esposo. Ese era el nombre de aquella muchacha
del pueblo, huérfana y hermosísima, culta y sensata: la futura emperatriz.
Mientras
Wei hacía y deshacía a su antojo. Algunos censores presentaban sus memoriales,
criticando el gobierno del Imperio. Los censores eran eruditos, disponían desde
hacía más de cinco siglos de la academia Donglin, dedicada al estudio, y tenían
el privilegio de poder emitir informes sobre la marcha del imperio.
Uno
de aquellos censores era Yan Lieng. Como se conserva el informe que presentó,
discrepando del arbitrario gobierno de Wei, sabemos hasta qué punto el nepotismo,
la corrupción y la tiranía se habían impuesto sobre China. Cuando Wei leyó de
sí mismo cómo había realizado abominables purgas de funcionarios, introducido
en su lugar analfabetos fieles a su dominio, infringido la ley, reclutando una
guardia de eunucos para su servicio, usado las banderas imperiales en sus
desplazamientos, como si fuera el propio emperador y, en el colmo del
atrevimiento, logrado que los decretos firmados por el emperador comenzaran diciendo.
“Nos y nuestro eunuco ministro decretamos…”,
ordenó la detención del censor y su tortura hasta morir. No fue el único
que corrió la misma suerte.
Mientras
el infame Wei dirigía su despótica acción de gobierno, la siniestra señora K’o,
su antigua aya, trataba de neutralizar los efectos beneficiosos que Perla
Preciosa ejercía sobre su esposo. Le suministraba afrodisíacos para exacerbar
sus pasiones o le mentía sobre los antecedentes penales de la familia de Perla
Preciosa. Para anular las astucias de la dama K’o, la emperatriz tuvo que
emplearse a fondo, pero cuando, al año de casados, en 1623, Perla Preciosa
anunció su estado de buena esperanza, la agresividad de los tiranos para
defender su posición, les llevó a cometer la mayor de las atrocidades. Wei
convenció a Tianqi para que se sustituyeran a las damas que atendían a la
emperatriz, bajo el pretexto de infidelidad y participación en intrigas
palaciegas, y se reemplazaron por otras fieles a sus dueños. Tan bien y tan leales
fueron las nuevas damas que una de ellas ocupada de dar los masajes a la
emperatriz, se empleo con tanta energía que el heredero nació muerto.
Así
siguieron las cosas hasta que tres años después, en 1626, con el emperador muy
enfermo ya, a las puertas de la muerte, Perla Preciosa recibió la visita de Wei
Zhongxian. En el colmo de la ignominia propuso a la emperatriz asumir la
regencia a la muerte de Tianqi, y aún más, para asegurarse una regencia
prácticamente vitalicia, propuso que
anunciara un nuevo embarazo que, como hijo del emperador, encumbrara a un hijo
de una pariente suya.
Perla
preciosa, oído esto, actuó con más rapidez de la que los tiranos podían esperar
y convenció al moribundo Tianqi para que nombrara sucesor a su hermano menor
Chongzhen. Éste ante el lecho de muerte de su hermano aceptó el nombramiento y
se convirtió así en el que sería el último emperador de la dinastía Ming,
asistido durante los primeros tiempos
por su cuñada Perla Preciosa.
Wei
Zhongxian, el jefe de los eunucos, el Duque
exaltado, título con el que se había hecho nombrar, el que había ordenado
erigir templos en su honor, y ser venerado casi como un dios, huyó de palacio.
Sin escapatoria posible, se suicidó ahorcándose. Cuando su cuerpo fue
encontrado, su cuerpo fue descuartizado y su cabeza, separada del tronco,
colgada en la puerta principal, a la entrada de su ciudad natal.
La
señora K’o también fue detenida. En sus aposentos fueron descubiertas varias
concubinas encintas, quién sabe si para, según los planes de los desalmados,
hacer pasar, cuando nacieran, a alguno de aquellos infantes como hijo de la
emperatriz y usurpar el trono. No tuvo, pues, la señora K’o un final feliz; se
le condenó al lingchin, la tortura de
los mil tajos. Por suerte para ella, acaudalada como era, pagó al verdugo para
que el primero de aquellos mil cortes fuera el definitivo.