Hace ya unas semanas que el autor
de este blog leyó una novela. Su portada
estaba adornada con la mención del premio recibido, el IV de novela
histórica Alexandre Dumas, de la editorial M.A.R. Editor, y su interior con las
letras que puestas por Montserrat Suáñez sobre 350 páginas en blanco iban a
hacer disfrutar a este lector durante unas cuantas horas, que nunca pensó, o
sí, se fueran a hacer tan cortas.
Pero la novela, más allá de la descripción,
en una indudable demostración del conocimiento de los usos y costumbres de la época, los
objetos y utensilios utilizados entonces, nos relata, con una hermosa prosa
digna de las mejores plumas del momento, una trama apasionante de acción y
romance, odio y venganza, vida y muerte. Mas esto no nos debe dejar olvidar, empero,
que estamos ante una novela histórica narrada con una agilidad tan inagotable
como imparable la acción que no cesa en momento alguno, porque la novela además de su
adjetivo, el que le ha permitido obtener el premio Alexandre Dumas, es, sin
dejar de ser novela, una lección de historia: la de la comprensión de una época
de la que tanto se ha escrito, pero tan poco se ha explicado, la de la vida en
el Sur de Francia, en las regiones occitanas, en el siglo XIII. Tierra de
señores y siervos, guerreros y trovadores, inquisidores y herejes, donde las conciencias piadosas de Dios huían de quienes vendían su alma al diablo en degradantes aquelarres. Lugares donde la dualidad imperante en
aquellos tiempos se ve doblemente representada en la de sus protagonistas y
en la de la herejía albigense que, como pretexto, utiliza la autora para
engranar la trama del argumento.
Vemos en la novela, a veces con
crudeza, otras con sutileza, cómo por un lado chocan dos mundos, dos maneras de
comprender la vida, una brutal, en la que el uso de la fuerza, el gusto por las
armas, el dominio y la pasión, se opone a otra, la de la ternura, los versos,
la piedad y el amor cortés, el mundo de La Minne, del amor ideal, idílico; y
por otro, casi como en un paralelo de lo anterior, los dos modos de contemplar
lo trascendente: el de la Iglesia y su cruzada, en su lucha a sangre y fuego contra el hereje,
y el de los cátaros, secta maniquea, intolerable para la
jerarquía de la religión oficial pese a ser tan dualista como la de los propios
herejes.
Varias son las referencias
históricas a la vida de los cátaros, a las cruzadas predicadas por el papa, a
Simón de Montfort, azote de apóstatas. Y
precisamente este apellido, por sus resonancias perversas, por su sectarismo
intransigente asimilado como virtud propia, pues como él mismo dijo de sí,
tomaba la cruz contra los herejes para
gloria de Dios y honra de la Iglesia, es uno de los empleados para definir
la dualidad que de aquellos tiempos plasma La Leyenda del Enmascarado.
Porque el apellido Montfort,
gracias a Simón, personifica como pocos el mal en aquella tierra occitana y en
aquella época. Baste la siguiente anécdota sucedida en tiempos de Montfort para
comprender la crueldad de la represión sobre los seguidores de la doctrina
cátara: Foulques, obispo de Toulouse, fue un encarnizado perseguidor de herejes.
Sólo en su diócesis, se dice, quizá exageradamente, que dio cuenta de más de
diez mil, quemando sus cuerpos en piras o sometidos a otras crueldades. En
cierta ocasión predicaba desde el púlpito y comparaba a los herejes cátaros con
los lobos y a los católicos con los corderos. Uno de los oyentes a quien Simón
de Montfort había arrancado los ojos, mutilado la nariz y uno de sus labios,
descubriéndose, gritó al obispo: “¿Ha mordido alguna vez así un cordero a un
lobo?”, replicando el prelado que Montfort había sido un buen perro.
Que el hilo argumental de la
novela aproveche el maniqueísmo de la herejía albigense ayuda a potenciar el
estado dual en ese mundo medieval y, aun más, en la forma de ser de unos
protagonistas, que en un universo de polos opuestos saben unos, dudan otros, el
lado hacia el que inclinarse.
Y aunque no debe olvidarse que la novela es de tipo histórico, también es romántica. Pero advierte este lector de La Leyenda del Enmascarado a otros que aún no la hayan leído, pero sientan inclinación a hacerlo, que no encontrarán estos una novela rosa, no. Descubrirán una historia de amor y desamor, o varias, de amores posibles o imposibles, cuyos desenlaces obligan a devorar las páginas de la novela, a la velocidad con la que la acción se desarrolla, y ello dentro del contexto histórico en el que Montserrat Suáñez nos expone con igual maestría la brutal crueldad de un tormento como la delicada expresión de los sentimientos. El que esto escribe, la leyó casi sin pausa. Como imán quedó pegada a sus manos, que no pudieron quedar libres hasta llegar a su fin. Feliz lectura para quienes decidan descubrirla.
Y aunque no debe olvidarse que la novela es de tipo histórico, también es romántica. Pero advierte este lector de La Leyenda del Enmascarado a otros que aún no la hayan leído, pero sientan inclinación a hacerlo, que no encontrarán estos una novela rosa, no. Descubrirán una historia de amor y desamor, o varias, de amores posibles o imposibles, cuyos desenlaces obligan a devorar las páginas de la novela, a la velocidad con la que la acción se desarrolla, y ello dentro del contexto histórico en el que Montserrat Suáñez nos expone con igual maestría la brutal crueldad de un tormento como la delicada expresión de los sentimientos. El que esto escribe, la leyó casi sin pausa. Como imán quedó pegada a sus manos, que no pudieron quedar libres hasta llegar a su fin. Feliz lectura para quienes decidan descubrirla.