Sería muy arriesgado asegurar que Teresa Cabarrús, amante de Tallien, prisionera en la Bastilla y autora de una desesperada
nota dirigida a su amante(1), fuese la causante de la caída
de Maximiliano Robespierre, pero quizás no tanto de que eso sucediera aquel 27
de julio de 1794, más conocido en la historia por su fecha en el calendario de
la República como 9 de termidor del año II.
La vida de Teresa pende de un hilo. Puede que
la desesperación le hiciera soñar o, simplemente, que sirviera para agudizar su
ingenio hasta conmover el ánimo del único que podía y estaba dispuesto a hacer
algo por ella: Jean Lambert Tallien.
Al fin y al cabo las cosas están
decididas: Robespierre debe ser neutralizado. Nadie está seguro con él salvo
Saint Just y unos pocos más. Sus ideales están por encima de la sangre, que
está siendo derramada en demasía. Ni siquiera muchos de los suyos están ya con
él.
El 9 de termidor se reúne la
Convención. Sant Just trata de hablar, pero los gritos y el presidente de la
mesa, Collot d’Herbois, lo impiden. Todos saben que si habla él y sobre todo Robespierre,
que también lo intenta, están perdidos. La víspera, el Incorruptible sí había
hablado, y había amenazado, aunque sin dar nombres. Cualquiera cosa puede suceder. El terror paraliza Francia; y ni los miembros del Comité de
Salvación Pública ─muchos están ya en contra del tirano─, están seguros.
La voz de Sant Just queda ahogada
por los gritos y los sones de la campanilla que Collot agita vehemente. Robespierre
trata de ganar la iniciativa, pide hablar, pero Tallien se le adelanta, y el
presidente Collot le da el turno. Maximiliano protesta, pero Tallien saca un
puñal, se lo enseña amenazante a Robespierre mientras lo acusa ante la
asamblea:
─ Robespierre quiere ser el amo de Francia a toda costa. No importa
cuántos deban morir, a cuántos deba matar este nuevo Cromwell.
De pronto se escucha en voz alta:
─ ¡Abajo el tirano! ¡La sangre de Danton te ahoga!
Quien lo ha dicho ha sido Garnier de l'Aube, enemigo de Robespierre, como muchos
otros desde que Danton fuera eliminado. El alboroto continúa. Se habla mucho,
se grita más. Por fin se propone votar. Y se decide detener a los partidarios
de Robespierre: Couthon, Le Bas, también Saint Just.
La confusión se hace dueña de la
asamblea. Robespierre, que se ve acorralado, intenta hablar. Ahora es Thuriot,
un dantonista, el presidente. Sustituye a Collot en la mesa, pero no su postura
frente al tirano. Thuriot da la palabra a Tallien otra vez.
Al fin el representante Louchet, otro
dantonista, reclama el arresto de Robespierre. Éste busca ayuda. Perdido el
apoyo de los suyos en la Montaña, en los escaños inferiores de la Llanura tampoco
lo encuentra. Son muchos los muertos de este grupo y odian a Robespierre, tanto
como los jacobinos le temen. Al fin se detiene al tirano.
Pero Robespierre aún tiene partidarios. Y
algunos están en la tribuna, que la abandonan y salen en busca de auxilio. Cuando la guardia nacional llega, a cuyo mando
está Hanriot, Robespierre es liberado y se refugia en el ayuntamiento, y con él
Sant Just, Couthon, Le Bas, Agustín Robespierre, hermano de Maximiliano, y el
alcalde de París Fleuriot-Lescot.
La Convención declara a Robespierre fuera
de la ley y los soldados que custodian el ayuntamiento, enterados de esto, indecisos
o temerosos, abandonan sus puestos.
Es el momento de Barrás, otro de
los conjurados, y llamado a protagonizar el futuro, quien al mando de un grupo
de gendarmes asalta el ayuntamiento. A partir de ese momento los
acontecimientos adquieren carácter de tragedia.
Entre los hombres que acompañan a Barrás
hay un soldado apellidado Merda. Es él quien entra primero en el salón en el
que se encuentra Robespierre con los suyos, y es él quien asegurará, en declaraciones
posteriores, que al encontrar a Robespierre a punto de firmar un manifiesto instando
a la insurrección, le descerrajó un tiro, que hiriéndole en la cara le destrozó
la mandíbula. Si fue este hombre o el propio Robespierre quien se disparó a sí
mismo es cosa que puede no llegue a saberse nunca. Sobre Merda, personaje
de fácil recuerdo por su apellido, recae la sospecha de haberse atribuido el
hecho para promocionar su carrera; pero lo cierto es que se conserva el
documento que Robespierre estaba a punto de firmar. En él está su firma incompleta,
con apenas las dos primeras letras de su apellido, lo que no favorece, aunque
no invalida, la hipótesis de que fuera el propio Maximiliano quien dejara la
pluma sin haber acabado de firmar el documento, para tomar un arma y dispararse
a sí mismo en lugar tan delicado, sin conseguir matarse.
Y no la invalida porque no se
puede asegurar que, viéndose sorprendido y perdido en su intento ,desistiera al
fin en su firma y tratara de suicidarse, fracasando en lo que más le valdría no
haber errado.
Los compañeros de Robespierre no
salen mejor parados: Agustín, el hermano del tirano, se arroja por una
ventana, rompiéndose una pierna, Le Bas, éste sí, se suicida. Los restantes son
detenidos: Saint Just, sin oponer resistencia; Hanriot, al ser encontrado
herido en un patio; Couthon, al ser descubierto cuando, haciéndose el muerto, esperaba
la ocasión para escapar.
Al día siguiente Pablo Barrás, ya
dueño de la situación, ordena el aplazamiento de todas las ejecuciones
previstas por el Tribunal Revolucionario para esa jornada. Quienes iban a morir
ese día verán sus vidas a salvo; serán quienes ordenaron sus muertes los que
ocuparan su lugar en el patíbulo. Cuando a Robespierre, su cara desfigurada y
cubierta con una venda que oculta su herida, le trasladan camino del cadalso
son las cinco de la tarde. Van con él veintiún seguidores que compartirán su
destino. Se dice que, cuando le despojaron de la venda que cubría su rostro, lanzó
un alarido de dolor que se alzó por encima del griterío de los presentes,
postrera y aterradora exhibición de energía de quien sabe que aquellas son sus últimas
fuerzas, que lejos de impresionar a la multitud congregada no hizo más que
exacerbar una borrachera de rencor.
Muchos saldrían de las cárceles
en los días siguientes. Teresa Cabarrús también. Su sueño se había hecho
realidad.
(1)
La nota decía: “El administrador de Policía acaba de salir de aquí; ha venido a
anunciarme que mañana compareceré ante el tribunal, es decir, que subiré al
cadalso. Ello se parece muy poco al sueño que he tenido esta noche pasada:
Robespierre ya no existía y las cárceles estaban abiertas de par en par, pero
gracias a tu insigne cobardía no habrá pronto en toda Francia nadie capaz de
hacer realidad mi sueño”.
Algunas de las peripecias vitales de Teresa Cabarrús fueron contadas en "Una francesa de Carabanchel".
Algunas de las peripecias vitales de Teresa Cabarrús fueron contadas en "Una francesa de Carabanchel".
Se habían traspasado todos los límites, la sociedad francesa no podía continuar con aquel horreur. Y sin embargo, la Revolución francesa fue el punto de salida de una nueva manera de organizar el Estado. Tanta sangre y sufrimiento se hubieran podido evitar, si quienes tenían el poder hubieran recurrido a la equidad para gobernar el país.
ResponderEliminarSaludos
Que desorden y terror, todo al fin se desmorono ni el poder de la virtud quedo en pie. Pero el soldado del nombre singular me ha robado una sonrisa.
ResponderEliminarUn beso, que tenga un hermoso dia.
¡Como me había gustado el post sobre Teresa Cabarrús! Robespierre no me da pena, pero si realmente se disparó él y falló...con cuánta amargura lo habrá lamentado.
ResponderEliminarTienes razón, no olvidaremos a Merda :D
Un abrazo, amigo
La desgracia de unos es la suerte de otros, así es la historia y la vida señor viajero.
ResponderEliminarUn abrazo
Me parece que pocos, muy pocos, hicieron correr tanta sangre. Curioso que su intento de suicidio fuera fallido. Que instantes tan trepidantes de la historia de Francias y que puntazo lo de la carta y el sueño.
ResponderEliminarSaludos.
Quien siembra vientos recoge tempestades.
ResponderEliminarUn saludo.
Quien a hierro mata, a hierro muere. Teresa tuvo razon en soñar su libertad, al final la consiguio.
ResponderEliminarUn beso DLT
Hola Marques:
ResponderEliminarCayetano me quito el comentario...Uno tiene lo que se merece.
Saludos
Robespierre fue víctima de sus propios excesos y actuaciones, que rayaban la normalidad; no creo que la carta de Teresa fuese la causa última ni primera, sólo circunstancias, accidentes inherentes en todo proceso.
ResponderEliminarSólo una puntualización: en el primer párrafo pones la fecha del 27 de julio de 1894, cuando era 1794: en 1894 Francia caminaba por la III República camino de la II Guerra Mundial; ya sé que es un error de la rapidez con que escribimos. Un fuerte abrazo.
Claro, claro Paco, ya está corregido. Qué sería de este humilde blog sin lectores tan atentos. Gracias y un abrazo.
EliminarA veces no queda más remedio que levantarse contra el orden establecido, aunque es una idea llena de peligros. En cualquier caso, suscribo el comentario de Amaltea: con todos sus despropositos, con el Terror, con Napoleón... la Revolución Francesa hizo dar a la Historia un salto de gigante.
ResponderEliminarAbrazos, dlt
Vaya, yo creía que había sido Alfonso Guerra el que mató a Robespierre.
ResponderEliminarEn fin, qué de sangre para llegar adonde estamos.
Un abrazo DLT.
Subrayo lo que dice Elena. ¿Mereció la pena el derramamiento de tanta sangre para llegar al punto en que estamos ahora? Y no hablo solo de la revolución francesa.
ResponderEliminarUn saludo desde mi mejana
Gran artículo amigo, hace tiempo que descubrí a Teresa Cabarrús y me parece un personaje que merece más difusión.
ResponderEliminarMuchos abrazos y feliz semana
El liberador e instaurador de la verdadera democracia se había convertido en un tirano dictador, obsesionado con la traición a la Revolución y a sus propios dictados. Como un Sralin del siglo XVIII eliminó a los enemigos de su programa reformista a todo aquel que osara enfrentarse a él. ¡Qué lejos estaba entonces del Robespierre abogado de las causas de los pobre que destacó en su juventud!
ResponderEliminarNo sabremos nunca si le dispararon o intentó suicidarse, aunque más bien creo lo primero que lo segundo, pues a nadie se le ocurre matarse disparándose en la mandíbula y en presencia de testigos. Él, que se creía el máximo sacerdote del culto a la Diosa Razón, Salvador de la Patria, ¿se le hubiese ocurrido suicidarse? Mejor morir a manos del enemigo y alzarse como mártir de la Revolución.
Saludos
El caso de Robespierre es curioso, en su juventud como abogado se oponía fervientemente a la pena de muerte, y luego la aplicó con el mismo fervor , matando en la guillotina a sus propios compañeros. En este sentido siempre le he comparado con Stalin.
ResponderEliminarExcelente recreación de la caída de este personaje .
Gracias por tu comentario,ha sido precioso pensar que te recordara aquel viejo libro olvidado en la memoria.
ResponderEliminarYo también estoy de acuerdo, pensando si mereció la pena tantos muertos para llegar a donde estamos ahora. Un saludo =)))
¿Porque con raíces en buenas ideas terminan creciendo y ramificando hacía la tiranía? la historia está plagada de ellos
ResponderEliminarSiempre es un placer visitarte, ah y tu visita a Jaca a despertado muchos recuerdos
Un beso
El poder corrompe por un lado la ambición del mismo desata odios y luchas para alcanzarlo. Los que están en las cárceles salen y otros ocupan su lugar, Y así hasta el final de los tiempos. Las tiranías se suceden y siempre habrá quienes las secunden.
ResponderEliminarBss y buen finde
Eran unos malvados. Los precedentes de los totalitarismos del siglo XX. Mil veces mejores eran los vandeanos. O el mismo Napoleón.
ResponderEliminarSaludos.
El terror se instala en muchos procesos revolucionarios y no hay forma de pararlo, como dice el dicho "quien a hierro mata a hierro muere".
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Qué período tan negro de la Historia de Europa, querido Dlt, el Terror! ¡Cuánta ambición desmedida anida en el corazón de los hombres, incluso en el de aquellos que llegaron al principio con honradas intenciones!
ResponderEliminarGracias, amigo mío, por una narración tan vívida de aquellos terribles acontecimientos.
Mil bicos.
Sangre y terror, curiosa manera que tiene el hombre de escribir su propia historia.
ResponderEliminarUn abrazo y buen domingo, Dlt.
impresionante su buen hacer con esos pedazos de historia un tanto desconocidos para mí y muy entretenidos... Robespierre sembró el terror y finalmente probó su propia medicina...
ResponderEliminarUn abrazo
Monsieur, su relato ha resultado de lo más emocionante. Nos ha trasladado a tan terrible fecha no ya como si pasase ante nuestros ojos la película, sino como si hubiésemos estado allí mismo. Cómo resuenan aquellas voces en la Asamblea!
ResponderEliminarBuenas noches
Bisous
woooow !!!!!! nunca había escuchado de teresa robespierre . aunque no entendí mucho sobre la caida de robespierre
ResponderEliminarlos cambios en la Historia los dicta, ciega, la economía, cuando sus tensiones explotan. El problema nacido en 1789 (aunque de raíces medievales) fue la ceguera de la burguesía, envuelta en propia grandilocuencia hueca, para implantar la explotación asalariada y la dominación imperialista. Como las repúblicas criollas, libertarias hasta vencer. No es la "naturaleza humana", ni "el poder corruptor", sino la lucha de clases y la consolidación de su dictadura, superficiales apariencias democráticas aparte, pero la clase obrera, empujada a vencer, con el socialismo universal dará fin a este durísimo, pero invitable sistema existente desde la revolución neolítica, hace 11.000 años de nada. Salud y Repúblicas!
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