El
primero fue famoso por sí mismo, por lo que hizo, por inspirar sus obras a
otros autores importantes; y era francés. Comenzó siendo relojero, de familia
le venía el oficio, pero pronto su ansiado ascenso social le lleva a la Corte
de Luis XV, donde madame Pompadour lo recomienda, allí da cuerda a los relojes
y los repara. No es suficiente para él. Acumula cargos, consigue hacerse con el
puesto de supervisor de la despensa real, un empleo que, próximo al rey, desempeña
monsieur Franquet, un anciano enfermo casado con Madeleine Catherine Aubertin,
una mujer mucho más joven que él, con la que, una vez viuda, se casa. Puesto
que su pretensión es medrar, piensa que conviene a tal fin dotarse de nombre sonoro,
de apariencia linajuda y, puesto que su esposa tiene una propiedad conocida con
pomposo nombre, le parece que tal es apropiado y lo toma para sí. Seguirá llamándose
Pedro Agustín Carón, pero ahora con el rimbombante añadido de Beaumarchais, el
nombre de la finca de su esposa.
Como
Pedro Agustín también es músico, toca la flauta, el arpa y canta. Dos de las
hijas del rey, María Adelaida y Victoria Luisa, reciben, también el Delfín,
clases de música; les canta, pues, toca música para ellos, les enseña a tocar el arpa
y les procura todo tipo de diversiones; le adoran. Muy pronto queda viudo.
Madeleine ha muerto súbitamente, algunos pensarán después que más pronto de lo
que cabía esperar, y habrá sospechas.
En
Versalles su posición va mejorando, ha comprado el título de Secretario, que
lleva aparejado condición de nobleza. Acumula otros empleos, es Teniente
General de las Cacerías Reales. Conoce gente, y comienza a recibir favores,
pero también a darlos. Y, no olvida a la familia. Tiene varias hermanas. En
1764, con treinta y dos años, viaja a Madrid para ver a dos de ellas: María
Josefa y María Luisa, la segunda, a la que todos llaman Lisette, tiene un novio
español.
*
Al
segundo, aunque tiene méritos sobrados para lucir por sí mismo y su brillo se
refleja en las enciclopedias, si se le conoce es, sobre todo, por lo que los
demás han escrito sobre él. Nació en Teguise, en la isla de Lanzarote en 1726,
pero fue en Madrid donde logró posición. Hombre culto, ilustrado, muy interesado
en asuntos de la historia natural, admira a Linneo y al conde de Buffon. Es funcionario
de cierto rango en los archivos reales, publica “El pensador” y tiene también
la estima y protección de gentes importantes. Vive en el palacio de los
Consejos, en la calle Mayor, donde su jefe don Antonio Portugués, regidor
honorario de Madrid, caballero de Santiago y muchas otras cosas le tiene cedida
una habitación. Se llama José Clavijo Fajardo, y tiene una novia francesa.
*
Lisette
Carón y José Clavijo se conocieron en la tienda que ella y su hermana mayor
tienen en la Carrera de San Jerónimo. Es una tienda de postín frecuentada por
señoras de alto copete, donde abunda el buen género que las dos hermanas
saben vender muy bien a sus clientas.
Como José Clavijo necesitaba mejorar su pronunciación en el idioma de Montesquieu, anduvo buscando entre los
residentes en la Villa y Corte franceses con los que practicar el idioma, y así
fue cómo conoció a las hermanas Carón y cómo Lisette y José comenzaron una
relación, que ya empieza a ser demasiado larga según ella y no tanto según él.
Lisette tiene ya 33 años, mantiene relaciones con Clavijo desde hace dos y
tiene prisa; además él se lo ha prometido y ella quiere creer a pie juntillas el
compromiso dado. Enfadada Lisette se lo cuenta a su hermana mayor, que por carta
escribe a Pedro Agustín, ya
bien colocado en París, contándole el ultraje padecido por su hermana.
Coincide en el tiempo la intención del financiero
Joseph Pâris, conocido como Duverney, de llevar a cabo ciertos negocios en
España; y ha contado el ricachón con Beaumarchais, del que tiene buena opinión,
pues en el pasado medió en su favor en cierto asunto, para que sea él quien se
ocupe de estos negocios en España. Así que Beaumarchais, el hermano de la
ofendida, viaja a España en la primavera de 1764. Mas no lo hace solo, le
acompaña un amigo bien dispuesto y que conoce España. Le resultará muy útil si
las cosas llegaran a ponerse feas, o si hace falta ponérselas feas a los demás.
Cuando Pedro Agustín Carón de Beaumarchais llega
a Madrid, visita a sus hermanas, pero sin tardanza decide ocuparse de los
asuntos que le traen a España. Se presenta en la casa de Clavijo y lo enreda
con buenas palabras, lo adula, recibe lisonjas sobre sus escritos y su labor en
“El Pensador”, tantea su carácter. Se entrevistan más veces. Una mañana
Beaumarchais acude al domicilio de Clavijo, el amigo que trajo de Francia le
acompaña. Bajo amenaza de muerte obliga a Clavijo a firmar una declaración. Dice
en ella que Lisette y él mantienen relaciones desde hace tiempo, que él le ha hecho
promesas frecuentes de matrimonio y que, sin falta por parte de ella, él, ruin
y canalla, ha faltado a tales compromisos, ofreciéndose incondicionalmente a la
reparación que la dama desee.
Beaumarchais está decidido. O el canalla se
entrega por fin a su hermana o destruirá su reputación hasta conseguir pierda
el empleo. Se cree fuerte por el favor que tiene en Versalles de las hijas del
rey y busca en Madrid cuantos apoyos puede. En Aranjuez visita al marqués de
Osunn, el embajador francés, que allí reside cuando la corte de Carlos III se
traslada al Real Sitio; pero el marqués, diplomático, todo buenas palabras,
elude cualquier compromiso:
─Mi querido Beaumarchais, olvide el asunto. Son
cosas de enamorados. Nada hay que pueda o deba hacerse. Y, tenga presente que
Clavijo también cuenta con amigos
influyentes.
Y es cierto, Clavijo cuenta a don Antonio la
intromisión de Beaumarchais en su habitación, en la casa del propio don Antonio,
y cómo para salvar su vida, puesta en peligro por el secuaz que le acompaña, firma la nota ahora en poder
del francés.
Palacio de Consejos, hoy sede del Consejo de Estado. |
Con la resolución de la que Clavijo carece, don
Antonio Portugués, su jefe, con la colaboración de otro de sus empleados toma
la iniciativa, idea un contraataque: seis años largos hace ya, cuando todavía no
conocía Clavijo a Lisette, que trabajó en el palacio de Consejos, al servicio
de don Antonio y su familia, una moza de carácter noble, pero que cuando dejó el
trabajo, se dio a la vida que llaman fácil aunque no lo sea. Al marchar quedó
en buenos tratos con sus amos. Ahora,
como de la moza se sabe que va y viene por calles en las que el gremio al que
pertenece se desenvuelve bien no cuesta mucho encontrarla. Se le ofrece un
trato. Ella tiene aprecio por don Antonio y del señor Clavijo, al que conoció
durante su estancia en el palacio de Consejos, no tiene queja. Acepta pues el
negocio y firma una carta en la que afirma que José Clavijo y Fajardo le
prometió matrimonio, el cual se verificará al tiempo en el que la prometida lo
exija. Firma la moza, y firman, como testigos, don Antonio y su empleado,
fechándolo en día y mes dentro del año 1756. Para mayor seguridad han registrado
el documento en la Notaría Apostólica y exigido certificado de presentación, de
modo que cuando Beuamarchais, en la misma Oficina, trata de registrar la
declaración de Clavijo ve cómo su pretensión resulta imposible. Mas no lo ve todo perdido el francés. En
cuanto sabe quién es la muchacha del escrito, y puesto que a Pedro Agustín
interesa la perdición de Clavijo sobre todo lo demás, se pregunta si será
posible forzar el matrimonio del español, del burlador de su hermana, con la antigua
criada. La busca, pero insobornable, no sólo rechaza las proposiciones del
francés, sino que corre y cuenta a don Antonio lo sucedido.
A estas alturas José Clavijo ha visto a Lisette,
no la quiere mal, no le guarda rencor; le ha dicho lo que su hermano ha hecho y
que presentará una querella contra él por allanamiento de la vivienda, amenazas
de muerte y el robo de varias monedas de oro, de las que el acompañante de
Beaumarchais se apropió. Indignadas, las hermanas Carón advierten al hermano
que ceje en su empeño. Lisette dice que todo ha terminado entre José y ella; le
ruegan que abandone Madrid, como también se lo pide el marqués de Osunn, que ha sido advertido de que
se procederá a su arresto si no abandona España.
A partir de ese momento Beaumarchais parece
perder el control de la situación. Son muchas las quejas recibidas, son asuntos
menores, es verdad, pero protagonizados por personaje recomendado, molestos: trifulca en
los bajos fondos, trampas en el juego; tampoco los asuntos de monsieur
Pâris llegan a buen término. Al fin, se expide orden de arresto. La detención de
Beaumarchais sería su fin. Ossunn intercede, habla con el ministro Grimaldi, la
orden está dada, es irrevocable, pero si se fuga, si el denunciado abandona
España, se hará la vista gorda. ¡Más vale que se vaya!, le dicen. Y se va.
La historia, un auténtico drama, dejó tan honda
impresión en Beaumarchais que, el autor de “El barbero de Sevilla” y “Las bodas
de Fígaro”, la dejó reflejada en sus memorias, no como sucedió, sino como él la
vivió, y fue más tarde inspiración de su obra “Eugenia”. No fue el único. Unos
años después el mismísimo Goethe, paradigma del romanticismo europeo, publicó
el drama Clavijo, inspirado en aquellos hechos, de modo, si cabe, más fantástico
y “romantico”.
*
Clavijo y Beaumarchais, después del tiempo en el que transcurre esta
historia, siguieron sus carreras de éxito y reconocimiento: Clavijo continuará
su labor en “El Pensador”, traducirá al conde de Buffon, el famoso naturalista
francés, y será nombrado director de los Teatros de los Reales Sitios primero
y director del Museo de Ciencias Naturales después. Beaumarchais, fiel a su
carácter, compaginará su labor literaria
con la de espía al servicio de Luis XV y Luis XVI. Aventurero por naturaleza,
su propia vida será digna de los dramas que escribió.