En otoño de 1236 el rey Jaime
I convoca cortes en Monzón. Unas cortes en las que se decide acometer la toma
de Valencia. Ya eran dueñas las huestes cristianas de Burriana y desde allí
llevaban tiempo hostigando en repetidas razias los puestos sarracenos para
desmoralizar al enemigo, impidiendo los suministros a Valencia que desde la
huerta próxima la abastecía.
Puesto fundamental era una
pequeña colina que los musulmanes llamaban de manera tal, que al pronunciarlo los
cristianos sonaba algo así como Cebolla, que significaba cerro. De este modo,
al llamar los reconquistadores de aquellas tierras al lugar Puig Cebolla no
hacían más que repetir el nombre del accidente geográfico, puesto que puig
significa también colina o cerro.
De la importancia que ese cerro
tiene en la defensa de Valencia para los hijos de Alá y para los cristianos en
la conquista de la ciudad es el interés de los primeros por impedir que los
segundos lo poseyeran. En febrero de 1237, ante el avance de los cristianos y sus
evidentes intenciones de apoderarse de El Puig y su castillo, las tropas del rey Zayán de
Valencia destruyen la fortaleza existente sobre el cerro y abandonan el lugar.
Cuando los cristianos llegan todo
era ruinas ya. Con celeridad se reconstruye el castillo y se traza un camino
hasta las playas cercanas para facilitar los bastimentos que las naves
aragonesas, dueñas del mar, procuren a las huestes cristianas, pero los
sarracenos saben de la importancia del collado. Lo destruyeron una vez y
quieren hacer lo mismo una segunda. Fracasan. Don Jaime conoce la victoria de
sus huestes en octubre de 1237, una buena noticia, que se ensombrece con el
fallecimiento poco después de su tío Guillem d’Entenza, el caballero puesto al
frente de las tropas de El Puig por el mismo rey(1).
La muerte de Guillem d’Entenza
causa gran estupor. El rey pregunta a sus caballeros. Se inclinan estos por
demorar, cuando no abandonar, la toma de Valencia. Pero a don Jaime su carácter
no se lo permite, es un conquistador. El Puig es suyo, Zayán ha sido derrotado
y Valencia está madura para caer en manos cristianas. No dejará escapar la
ocasión. Acude, pues, don Jaime a El Puig, le acompaña el hijo del difunto, al
que nombra caballero, y como heredero de todos sus señoríos y privilegios queda
como jefe de los que su padre fue líder. Mas cuando el rey anuncia su marcha,
comienzan los rumores. El rey ha prometido volver en la primavera para la toma
de Valencia. Todos se muestran conformes, pero secretamente unos frailes
advierten al rey de las intenciones de los caballeros y sus huestes de
abandonar la empresa por peligrosa, la escasez de medios para abordarla y estar
dirigida por un muchacho sin la experiencia y el liderazgo suficiente.
Son momentos difíciles en los que el rey muestra su calidad. Con la conformidad de los frailes que le habían hecho la confidencia, reúne a todos los caballeros, les habla, los arenga sobre las virtudes de su voluntad, la suya y la de todos ellos, por las conquistas alcanzadas; y de la protección de Dios y de la Virgen, siempre al lado suyo en toda campaña, y en cuyo honor pasará a ser conocido aquel lugar como El Puig de Santa María, como así se verá a partir de entonces en todos los escritos. Pero no es suficiente. El cielo protege y ampara, pero las espadas las portan los hombres. Sigue hablando el rey:
─Oídme, nobles y caballeros: voto
a Dios y juro ante vosotros que no pasaremos de Teruel ni más allá de las aguas
de Tortosa, hasta que Valencia sea cristiana. Aquí estará vuestro rey, fiel a
su palabra, con vosotros siempre.
*
Y como habló, hizo. Para mayor
firmeza de sus palabras ordenó que la reina Violante llegase hasta tierras
valencianas, pues su presencia era prueba del compromiso y aviso al rey moro
de su determinación de tomar Valencia. El rey acudió a recibirla a Peñíscola,
pues no podía acudir a Tortosa, donde ella se encontraba, sin romper su
juramento. Acudió la reina, pues, en pos de su esposo, pero el río Senia,
frontera entre los reinos bajaba caudaloso. Era un peligro cruzar el río, más
aún cuando la reina llegaba con su hija, tenida poco antes. Intentaron vadear la corriente
las damas de la reina primero, pero no lo consiguieron, y la reina desistió del
intento. Avisado el rey de las contrariedades y disgusto de la reina, partió
para Uldecona, y cuenta las crónicas que sobre su caballo, las aguas hasta el
vientre de su montura, pero sin sobrepasar la frontera del reino como había
prometido, habló con la reina Violante de su juramento, de la seguridad de su
estancia y de que bajo su brazo nada les pasaría a ella ni a su hija.
Todo quedaba listo y preparado
para el sitio de Valencia. Pronto su toma el 9 de octubre de 1238 sería una realidad.
(1)Pese
a que algunos autores defienden que su fallecimiento se produjo como
consecuencia de las heridas sufridas en la batalla, lo más probable es que fuera por
causas naturales el 17 de enero de 1238.