UNA FRANCESA DE CARABANCHEL

     Teresa Cabarrús vivió en la Francia revolucionaria de finales del siglo XVIII. Conoció el “Gran Miedo” y bajo “el Terror” de Robespierre tuvo que huir de París. Personaje que debería brillar con enorme luz, pero a la que Francia por ser española, y España por considerarla francesa mantienen en injusta sombra. Había nacido en Carabanchel. Hija de un acaudalado comerciante español, que fue director del Banco de San Carlos y ministro del rey ilustrado Carlos III, fue enviada, muy niña, a París para recibir la exclusiva educación, al estilo francés, que la condición familiar requería. En París entró en la aristocracia al contraer matrimonio con el marqués de Fontenay. Tenía dieciséis años. Cuando estalló la revolución, el matrimonio huyó de París, lugar muy inseguro para los aristócratas.

    En Burdeos los marqueses se divorcian. El marqués es mujeriego y, cobarde, pone tierra de por medio, y sobre todo agua, hasta llegar a la isla Martinica. Teresa queda en Francia, sola. Pero Burdeos es un buen lugar, de momento. Los girondinos, cultos, moderados, dominan la región. El Comité de Salud Pública envía a un tal Jean Lambert Tallien a Burdeos. Tallien odia a los aristócratas. Los odia, pero le gusta como viven. Él es hijo bastardo de uno de ellos, pero no se admite su sangre noble, porque un subalterno del palacio en el que nació le reconoce como hijo suyo.

Burdeos. Monumentos a los girondinos
Burdeos. Monumento a los girondinos

     París acusa a los girondinos de federalistas, de querer dividir Francia. Teresa, aristócrata, está en peligro. En Francia tener un título es el mejor pasaporte para acabar poniendo el cuello en el cepo de la guillotina, pero Teresa es culta, lista y además hermosa y, está divorciada. Encandila a Tallien y se convierte en su amante. Está a salvo, y quiere que los demás lo estén también. Poco a poco lo consigue. Tallien, por amor, se modera. La guillotina en Burdeos se oxida por falta de uso. A Teresa, en Burdeos, la llaman “Nuestra señora del Buen Socorro”. Maximiliano Robespierre, el tirano, al que llaman “el incorruptible”, que aterroriza Francia, que ya se ha deshecho de antiguos compañeros, ordena detener a Teresa y hace llamar a Tallien. Las cosas pintan mal para la española. Tallien trata de protegerla, pero actúa con temerosa precaución. Él mismo está en una situación delicada.

     Robespierre va perdiendo apoyos pero es temido. Se va tramando una conspiración, pero toda precaución es poca; mientras, la situación de Teresa es desesperada. Una noche sueña que Robespierre ya no existía, que las cárceles eran abiertas y los detenidos liberados.

     Los carceleros de Teresa le anuncian que pronto caerá el filo de la cuchilla sobre su blanco cuello: otra hermosa cabeza separada del cuerpo. Teresa, al límite, escribe a su amante, le avisa de su próximo final, le cuenta el sueño que ha tenido y añade: “Gracias a tu insigne cobardía, no habrá pronto en Francia alguien capaz de realizar mi sueño”. La carta es la chispa que prende la mecha. La suerte está echada. Los acontecimientos se precipitan. Tallien, por interés, pero también por amor, está en ello, también Fouché, otro jacobino harto de tanta sangre y temeroso de ver correr la suya. Dos días después, el nueve Thermidor(1), los diputados de la Convención se reúnen. Allí, Robespierre va a caer; pero eso será otra historia.

     Teresa Cabarrús, a la que en Burdeos llamaban “Nuestra señora del Buen Socorro”, ahora en el París de 1794, también será conocida como "Notre-Dame de Thermidor”. Se casará con Tallien el 26 de diciembre de ese mismo año. El matrimonio durará lo suficiente para que Teresa tenga cuatro hijos antes de convertirse en amante de Barras, el jefe del Directorio, el mandamás de Francia en aquellos momentos. Tampoco durará mucho esta aventura ni las siguientes, hasta que contraiga su último matrimonio con el príncipe de Chimay. En su castillo vivirá los siguientes treinta años y en él morirá a sus sesenta y dos años.

(1) El 9 thermidor del calendario revolucionario corresponde con el 27 de julio del calendario gregoriano. 
Safe Creative #0908094220215

UN REINO IMPOSIBLE

     Boris Skossyreff decía haber nacido en Vilna en 1896. Siendo por tanto rusa su nacionalidad lo cierto es que era un ciudadano del mundo. A cambio de dinero prestó servicios a varias naciones y se creó una identidad aristocrática a costa de la mismísima reina de Holanda, de la que decía le había concedido el título de conde de Orange.

     Boris había estado en los primeros años de la década de los treinta en Mallorca, donde se dio a conocer a las autoridades de policía de la forma que menos conviene: presunto de casi todo. Estaba casado con una francesa, pero tenía una amante, norteamericana y rica. Su nombre era Florence Marmon y con ella fue con la que, en la primavera de 1934, se presentó en Andorra con la intención de convertirse en rey de aquel pequeño país.

     Hay versiones que cuentan que el aspirante convenció a casi todos los consejeros para que le proclamaran rey, pero que uno de ellos no se dejó embaucar por el farsante, que avisó al copríncipe español, el obispo de la Seo de Urgel, y éste tomó las medidas oportunas para neutralizar al impostor.

     Sin embargo, parece que las cosas sucedieron así sólo en parte: los andorranos dueños de un país pobre, mantenido únicamente con el cultivo del tabaco y poco más, vieron llegar al pretendiente y lo despidieron con cajas destempladas.
 
Seo de Urgel
Aspecto del Hotel Mundial de Seo de Urgel anterior a su reforma.
Fotografía realizada por el viajero a mediados de los años noventa.
      
     Boris, que ya se ha autonombrado Boris I, parte hacia el exilio. No le conviene perder de vista su nuevo feudo, así que no se aleja demasiado. Se instala en la Seo de Urgel, apenas a doce kilómetros de la frontera del país del que ha sido expulsado. El hotel Mundial se convierte en su palacio en el exilio. Comienza a dar entrevistas a cuantos periodistas se acercan a él con papel y lápiz. Anuncia al mundo lo que ha ofrecido a los andorranos: sacar el país de la pobreza, atraer capitales extranjeros que conviertan al principado, bajo su reinado, en una próspera nación llena de hoteles, casinos y negocios de todo tipo. Redacta una constitución y ordena la edición de diez mil ejemplares. En sus diecisiete artículos él, Boris I, dando una apariencia parlamentaria a su nuevo régimen se reserva facultades casi absolutistas. Corre el rumor de que está organizando un ejército financiado, como no, por su ricachona amante americana con el que está dispuesto a recuperar el país que nunca ha tenido. Pero todo va a resultar un sueño. Uno de los ejemplares de la Constitución redactada por Boris llega a manos de don Justí Guitart Vilardebó, el obispo de la Seo, uno de los copríncipes de Andorra, que parece dispuesto a tomar medidas. Tan deprisa y eficazmente que, casi de inmediato ─según cuenta en la edición del día 22 de julio de 1934 el corresponsal del periódico La Vanguardia destacado en la zona─ tres números y un sargento de la Guardia Civil se presentan en el Hotel Mundial. Sus órdenes son precisas: detener a Boris Skossyreff y trasladarlo a Barcelona. Y así sucede, el reyezuelo es detenido. Dicen que aún tuvo tiempo de firmar un decreto declarando la guerra al obispo de la Seo de Urgel. El caso es que en Barcelona es embarcado en un vagón de tercera con destino a Madrid. Dicen que el "monarca" se queja.
     ─No es tercera la categoría que conviene a un rey, aunque no tenga reino.
     Después, la condena y la expulsión de España. Su destino es Lisboa. Un exilio dorado hasta un nuevo intento. Otra vez al asalto de Andorra, como otros, porque Boris no fue el único aspirante al trono andorrano.

Don Justi guitart Vilardebo
En la base del monumento existe una placa.
Mons. JUSTI GUITART
BISBE D'URGELL I
COPRINCEP D'ANDORRA
1920-1940

     Por esta época hubo otro pretendiente. Residía en Checoslovaquia, y también quiso ser rey de Andorra. Se llamaba Charles Wonnes e hizo una propuesta formal. Ofreció su cabeza para poner sobre ella la corona del pequeño país. A cambio, a tocateja, entregaba tres millones de pesetas, cantidad considerable en aquellos tiempos, y prometía dar un impulso a las carreteras y demás obras públicas. Éste, a diferencia de otros, mostraba un talante de rey muy democrático, pues aseguraba estar dispuesto a someter su continuidad mediante un referéndum a los cinco años de reinado para comprobar el amor de su pueblo. Desgraciadamente para Marius I, que así esperaba ser llamado por sus súbditos, no obtuvo el cariño de los andorranos ni siquiera durante cinco minutos y tuvo que desistir de su empeño.
Safe Creative #0911224950227

LA NIÑA QUE LOGRÓ SER REINA

     Fernando VII nació a finales del siglo XVIII. Antes de cumplir los veinte años ya había traicionado a su padre tratando de ocupar su lugar, lo que logró; luego traicionó a su patria entregándola a Napoleón y entregándose él mismo, después de haber reinado apenas durante dos meses; pero al fin, tras la marcha de José Bonaparte, al que el pueblo llamó “Pepe Botella”, fue recibido como “el Deseado”. Desposeído de sus poderes absolutos por los liberales, tres años después volvió a reinar absolutamente. Muy convencido debió estar del aprecio que su pueblo le demostraba cuando se dejó llevar sobre una carroza tirada por doce jóvenes mientras el gentío le aclamaba. La represión sobre los liberales fue terrible. La Inquisición, restablecida, llevaría a cabo, en su reinado, su última ejecución.

     El rey que comenzó siendo querido por muchos, y acabó siendo “el Felón” para casi todos, pasa el verano de 1832 en el palacio de La Granja de San Ildefonso. Su salud no es buena. No es viejo, aún no ha cumplido cincuenta años, pero su comportamiento libertino le está pasando factura. El 14 de septiembre sufre un empeoramiento que hace temer por su vida. El pueblo, que ya no le desea, se refiere a él como “el narizotas”. Rey absolutista, al final ha moderado un poco su tiranía. Su cuarta esposa, María Cristina de Borbón, liberal, que le dio dos hijas, ha tenido que ver mucho en ello; también la hermana de ésta, Luisa Carlota, casada con Francisco de Paula, hermano menor del rey.

     Dos años antes, en la primavera de 1830 la joven reina iba a dar a luz. Si del parto resultaba el nacimiento de un niño, España tendría un sucesor. Los liberales, ahora, casi de su lado, para asegurar la sucesión en la descendencia de Fernando, fuera cual fuese el género del recién nacido, convencieron al rey para que promulgara la “Pragmática Sanción”, que derogaba el Acta Real, una Ley Sálica que estaba en vigor en España desde los tiempos de Felipe V, el rey que ordenó levantar el palacio en el que ahora, en 1832, postrado en su cama, estaba Fernando debilitado física y mentalmente.

Fernando VII

     Era el momento en el que los absolutistas, a cuyo frente se encontraba un hermano del rey, Carlos Isidro, reclamaban los derechos sucesorios, más aún si la reina, nuevamente encinta, daba a luz otra niña.

     Con un rey sin voluntad, con una reina inexperta, tenían que aprovechar la ocasión. Sola, en la Granja, María Cristina se deja persuadir.
     ─Resultaría injusto ─le dicen─ que la corona no recayera en Carlos Isidro. Debe ser así por la gracia de Dios. De lo contrario, sólo Dios sabe lo que puede pasar.
     María Cristina, cede, es convencida y a su vez convence a Fernando, que yace en su lecho, disminuido. El 18 de septiembre, el rey firma un codicilo. Se deroga la Pragmática: Isabel, la niña nacida dos años antes ya no será reina. Los partidarios de don Carlos se frotan las manos. Entre ellos, Tadeo Calomarde, ministro de Gracia y Justicia. El codicilo no se hace público. Piensan que al rey, casi agónico, le falta poco para estar en el pudridero del Escorial. Entonces será el momento de Carlos V.

     Pero los hechos trascienden. Luisa Carlota, puro nervio, con el carácter que le falta a su hermana, corre hasta la Granja. Habla con su hermana, pide detalles, le recrimina su candidez.
     ─¿Dejarás sin corona a tu hija?
     Furiosa busca a Calomarde. Quiere ver la orden por la que se deroga la Pragmática. Calomarde le muestra ufano el codicilo. Carlota, de un manotazo lo coge, da una bofetada al ministro y lo rompe ante sus narices. Calormarde como única reacción balbucea: “Manos blancas no ofenden”.

     Para sorpresa de todos, Fernando se recupera. Le ponen al corriente. Por decreto, deroga el codicilo despedazado por Luisa Carlota. Destituye a Calomarde. Éste, opta por la huida. Terminará sus días en París. Carlos, que ya no será el quinto de los que España pueda tener con ese nombre, marcha a Portugal. Será embajador, lejos de Madrid.

     Ahora sí. A Fernando le queda poco tiempo. Antes, proclama a su hija Isabel heredera al trono. Ya puede morir. Uno de los monarcas que mayor huella ha dejado en su pueblo, la huella de la pisada con la que aplastó la Nación expira en Madrid el veintinueve de septiembre de mil ochocientos treinta y tres.
Safe Creative #0908094219844
Related Posts with Thumbnails