HÉROES

    Valor y generosidad son sus principales atributos. Pusieron su vida en peligro o llegaron a perderla, porque juzgaron que así era como cumplían con su deber, o porque creyeron justa la causa que les impulsaba a actuar. Muchos son anónimos, nada se sabe de ellos ni de lo que hicieron; otros, unos pocos solamente, han logrado permanecer en la memoria de los hombres. La Historia les recuerda.

    A finales del siglo diecinueve España defiende como puede sus últimas colonias americanas. Las condiciones de lucha son terribles en la manigua cubana. Las bajas abundan tanto por las acciones de guerra contra los insurgentes independentistas, como por las adversas circunstancias que desgastan a unas mal pertrechadas tropas.

    Eloy Gonzalo era un muchacho humilde criado por la familia de un guardia civil que lo adoptó, pues Eloy había sido abandonado por su madre al nacer. No tuvo suerte el joven Eloy, que perdió a sus padres adoptivos cuando era poco más que un niño. Tenía veintiún años cuando se alistó como soldado. Una borrachera y un expediente por desobediencia dieron con sus huesos en un penal militar, hasta que la indulgencia llegó en forma de pasaporte a Cuba.

    Allí, en los momentos difíciles del combate, aflora el carácter de Eloy. En Cascorro las tropas españolas libran combate contra los insurgentes, que tratan de tomar la población defendida por el capitán don Francisco Neila al mando de unos ciento setenta soldados. Corta fuerza frente a los dos mil atacantes. El enemigo desde un caserón cercano arrecia con disparos sin cesar. La situación es insostenible. Eloy, a sus veintisiete años, se ofrece voluntario. El 22 de septiembre de 1896 se presenta ante el capitán Neila:
    ─Sólo necesito un bidón de petróleo, una antorcha y que aten un cabo a mi cintura. Me arrastraré hasta la posición enemiga y la incendiaré─ dice Eloy.
    ─Es muy peligroso, es casi seguro que serás descubierto, y las consecuencias terribles ─ le avisa el capitán.
    ─Lo sé, mi capitán. Por ello es preciso que me aten con la soga. Si soy abatido, quiero que recuperen mi cadáver tirando de ella. No quiero quedar, ni siquiera muerto, en poder del enemigo.

    Con valor inmenso, Eloy repta camino del caserón, lo incendia y regresa. Es un héroe. Todos se lo reconocen, sin embargo, la fatalidad se ceba en él. Lo que no pudo el enemigo de su patria, lo consigue el enemigo que se ha introducido en su sangre. El 18 de junio de 1897 muere en Cuba, convaleciente de unas fiebres adquiridas en la selva, cuando todavía no había pasado un año de su gesta.

    Así, con el bidón bajo el brazo y con una cuerda, que no hizo falta usar, rodeándole el cuerpo, está representado el héroe en la estatua que, en 1902 el rey Alfonso XIII inauguró en la castiza plaza de Cascorro de Madrid.


Eloy Gonzalo
Al pie del monumento está escrito:
EL
AYUNTAMIENTO
DE MADRID
A
ELOY GONZALO
1901
 
    Dos años después, a 15.419 kilómetros de distancia, otro grupo de españoles defendía la escasa superficie ocupada por la iglesia de un pequeño poblado de chozas en la isla filipina de Luzón: Baler es el nombre de este lugar, alejado y mal comunicado de Manila. Los cincuenta y cuatro militares que se parapetaron con mucha munición, pero con poca comida quedaron reducidos a treinta y tres once meses después. El fuego enemigo y el beriberi(1) fueron las causas principales de tantas bajas en una tropa que comenzó defendiendo suelo español y sin saberlo, y sin quererlo saber durante mucho tiempo, acabó defendiendo un pedazo de tierra que ya no lo era(2).

    Durante la resistencia hubo actos de cobardía y deserción como los de José Alcaide Bayona que, descubierto en sus intenciones de traición, fue sujeto con grillos, hasta que en un descuido logró escapar y llegar hasta las filas enemigas, que le acogieron y a las que puso al corriente de cuantas penalidades pasaban los sitiados y de las carencias que soportaban(3); pero fueron más los actos de valor: Gregorio Catalán Valero, un joven de Cuenca, de veintidós años, labrador antes de ser soldado, tomó una antorcha y, como émulo de Eloy Gonzalo, aunque sin cabo que permitiera recuperar su cuerpo si era abatido, prendió fuego a las casas de paja que rodeaban la iglesia y suponían parapeto de los atacantes y base en la construcción de trincheras muy próximas a la iglesia, ahora castillo. Como el héroe cubano, regresó sano y salvo al protector refugio, y los sitiadores estuvieron, desde entonces, un poco más lejos. Muchas otras proezas se llevaron a cabo, que son mayores cuanto mayores eran las adversidades, y éstas eran muchas. A la falta de comida, había que añadir el confinamiento de tantos hombres en tan corto espacio, la falta de higiene y de ropa y calzado al final. Pero pronto todo iba a terminar; ya en las últimas, a punto de lanzarse a la jungla en huida antes que entregarse, un diario entregado, como tantos antes, que creían los sitiados falsificación y superchería para hacerles salir, demostró el error en el que se encontraban. El Imparcial que tenía el teniente Martín en sus manos, que hablaba de la rendición de España seis meses antes, y de otras muchas noticias, todas falsas a su juicio, por ser igualmente falso el periódico, contenía una nota verdadera que convertía en verdad todo lo demás. Decía la nota que el teniente Francisco Díaz Navarro había sido destinado a Málaga; y esto sólo lo sabía él, porque Francisco Díaz era amigo suyo, habían sido compañeros en el mismo regimiento y le había dicho, como se hablan los amigos, que cuando acabara su destino en Cuba pediría el traslado a Málaga. Su novia estaba allí y también su familia.

Quizá nunca, tan pocas palabras hayan puesto fin a una guerra. Aquella había terminado por fin para los últimos de Filipinas.


(1) La enfermedad del beriberi, consistente en la falta de vitamina B1, produce trastornos de tipo nervioso, hormigueo, calambres en las piernas, parálisis muscular, confusión mental, coma y finalmente la muerte.

(2) El 30 de junio de 1898 se cerró la puerta de la iglesia de Baler. Cuando el 14 de agosto de ese mismo año España capituló ante los Estados Unidos, dicha puerta siguió cerrada, y así seguiría hasta el 2 de junio del año siguiente, fecha en la que se abrió ante las evidentes pruebas de las derrota española.

(3) José Alcaide Bayona sintió un odio cerval por el teniente Saturnino Martín Cerezo, el teniente que debió hacerse cargo del destacamento al morir el Capitán Morenas a los tres meses de comenzar el sitio. Ya entre las filas enemigas, Alcaide difundió la especie de que el teniente Martín Cerezo había asesinado al capitán, pero dicha patraña acabó siendo descubierta. Finalmente José Alcaide fue traído a España junto a otros desertores y, encarcelado, inició una huelga de hambre que, pese a los intentos de alimentarlo a la fuerza, acabó con su vida.
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6 comentarios :

  1. Pues fíjate que cuando era pequeña visité mucho Madrid (mi padre iba allí por cuestiones laborales) y siempre me paseaba por la Plaza de Cascorro pensando a qué se debería el nombre y mira tú por dónde ahora me entero, jejej.

    Fíjate que pensaba que se debía a algún acontecimiento de la Guerra de Independencia y los hehcos no estaban tan lejanos en el tiempo.

    Un saludo

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  2. Se descubre mucho de la Historia y sus protagonistas cuando empiezas a urgar sobre quienes son y porqué están puestas sus estatuas en nuestras calles y plazas.
    Un abrazo, Carmen.

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  3. y yo pensando que Cascorro era el apellido del allí homenajeado...

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  4. Conmovedoras historias de heroes casi anonimos, monsieur. Ahora ya se un poco mas sobre este Eloy de la estatua. Lastima ir a vencerle unas fiebres despues de haber vencido el tan grandes peligros.
    Estupendo, me ha gustado mucho esta entrada.

    Feliz tarde

    Bisous

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  5. Hola!!!
    Me ha gustado leer un poco, sobre los últimos de filipinas, siempre hay alguien a quien le dominan sus odios internos. Curiosos héroes olvidados nos has mostrado en este post.
    Un beso!!

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    1. CIERTO, PERO AÑADIR QUE ELOY GONZALO GARCIA MURIO SOLO Y ABANDONADO EN UN MISERO HOSPITAL,ABRAZADO A LO UNICO QUE LE QUEDO LA CRUZ LAUREADA DE SAN FERNANDO.

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