Cuando Isabel II quedó prendada y su pasional carácter preso de ardor juvenil al conocer a Temístocle Solera, éste ya era
hombre curtido por la vida. Rebelde desde niño, había nacido en Ferrara,
pero ingresó como interno en el Colegio de Santa Teresa de Viena. No es el
joven Temístocle un muchacho dócil. Se escapa. Vagabundea. Se contrata en un
circo. Por su encanto juvenil se apropia del corazón de la dueña del circo.
Inspector ecuestre, maestro de pantomimas, todo se acaba cuando unos detectives
puestos en su busca por su familia dan con él en Hungría. Ahora es Milán la que
contempla atónita la presencia de Temístocle. Estudia y, libre de ocupaciones
decide seguir por ese camino. Y qué mejor para un hombre libre que escribir
poesía. Compone versos. Fracasa; pero conoce a Verdi, el músico que también
comienza a abrirse camino. Y le escribe varios libretos. El del Nabucco, da
fama a Verdi y dinero a Solera, que lo gasta como si fuera millonario. Sigue
Temístocle escribiendo; pero es un espíritu libre y desaparece. En Livorno un
hombre se cruza con él, es antiguo amigo suyo. Temístocle se ha empleado como
aguador.
─Para
ahorrar mis ideas, uso mis espaldas.
Al poco conoce a la tiple Teresa Rosmini. Se casan. El matrimonio forma una compañía
de ópera. Viajan por Europa y llegan a Madrid.
Por esa época el marqués de Salamanca acondiciona el antiguo Circo Olímpico y lo
convierte en un teatro lírico, para rendir culto a la ópera italiana en las más
exclusivas veladas. Allí acuden los más elegantes personajes de Madrid, y el
propio marqués de Salamanca y el General Narváez, a cortejar a sus amantes,
divas del bel canto.
Pero la vida del teatrillo de Palacio es breve. El costoso mantenimiento del teatro lo hace en exceso gravoso y la terminación de las obras del Teatro Real, en diciembre de 1850, innecesario. También para Temístocle lo es, pues ahora ocupa otro lugar: el corazón de la reina, sino todo, parte de él y a ratos perdidos; y la política en una corte llena de intrigas y, por deseo de la reina, la dirección del nuevo Teatro Real.
Solera asiste a Isabel, la aconseja en cuestiones políticas, influye en ella. No gusta mucho
esa intromisión en la corte entre quienes quieren lo mismo, y se conspira
contra él, pero Temístocle los denuncia. El favorito es incómodo y molesto; y
puesto que no parece dispuesto a abandonar su privanza, se piensa obligarlo a
dejar el puesto de forma irrevocable. Un matón lo aborda, con nocturnidad, con
las peores intenciones, pero Temístocle es fuerte. Una enorme humanidad difícil
de batir, incluso con la espada. El poderoso puño de Solera derriba al agresor,
que queda medio muerto. Muchos son los enemigos que tiene ya, y ni la reina es
capaz de protegerlo. Parte, pues, de España.
Sus aventuras no acaban en España. En Francia al servicio de Napoleón III; en Italia al de Víctor Manuel II; en Egipto, bajo la égida otomana, al servicio de su jedive. A veces, casi orillando la ley; otras coqueteando con la muerte, como cuando, miembro de la banda del bandido Paolo, se enfrentó a él, lo mató y su cabeza insertada en la punta de una bayoneta exhibida como un triunfo. Temístocle Solera, si dejó de ser algo, fue sin duda, un hombre corriente, y su vida, diríamos ahora, de película.
Cierto día Solera dirige la orquesta durante una función en el teatro. En la primera fila hay un oficial.
Impertinente, pronuncia éste palabras en contra de la reina. Solera las
escucha. Es hombre impetuoso que siempre ha hecho lo que ha querido. Detiene
la función y se dirige al insolente. Lo reprende: “El oficial que insulta a su
reina es un traidor; el hombre que ofende a una dama es un cobarde”. Pero el
militar no se amilana. Se oyen insultos, suenan bofetadas. El escándalo es
monumental y sonado. Tanto que llega a oídos la ofendida. Isabel II, tan
impresionable, quiere conocer a su defensor. A ella que tanto le gusta la
música, a ella que tanto le gustan los hombres y que tanta necesidad de amor
tiene, pese a su no muy lejano matrimonio aún. Y quien la ha defendido es
italiano, y músico, y apasionado y además canta. Qué más
puede pedir Isabel. Sus almendrados ojos azules se posan sobre el italiano. Si
no fue libre para casarse, al menos lo es para elegir a sus amantes. Eran los
tiempos del pollo Arana, como gustaba decir a Olózaga al hablar de los queridos
reales; pero Isabel colma a Temístocle de favores, lo pone a cargo del teatro
de Palacio, terminado poco antes y escenario privilegiado para Emilio Arrieta,
cantante, profesor de canto, y no sólo eso de la reina de España, aunque mal
pagador para su protectora, cuando tras la caída de Isabel II, compuso el himno
“Abajo los Borbones”.
Isabel II, Boceto atribuido a Federico Madrazo. Museo del Romanticismo. Madrid. |
Pero la vida del teatrillo de Palacio es breve. El costoso mantenimiento del teatro lo hace en exceso gravoso y la terminación de las obras del Teatro Real, en diciembre de 1850, innecesario. También para Temístocle lo es, pues ahora ocupa otro lugar: el corazón de la reina, sino todo, parte de él y a ratos perdidos; y la política en una corte llena de intrigas y, por deseo de la reina, la dirección del nuevo Teatro Real.
Sus aventuras no acaban en España. En Francia al servicio de Napoleón III; en Italia al de Víctor Manuel II; en Egipto, bajo la égida otomana, al servicio de su jedive. A veces, casi orillando la ley; otras coqueteando con la muerte, como cuando, miembro de la banda del bandido Paolo, se enfrentó a él, lo mató y su cabeza insertada en la punta de una bayoneta exhibida como un triunfo. Temístocle Solera, si dejó de ser algo, fue sin duda, un hombre corriente, y su vida, diríamos ahora, de película.
Ya lo creo que fue una vida de película !!
ResponderEliminarLa realidad supera la ficción : parece un guión de película la vida de este peculiar personaje.
ResponderEliminarEsta Isabelona que enamoradiza nos salió, pero cada uno en su estilo eran unos elementos de consideración,aunque Temístocle era demasié ,hasta el nombre...
Le deseo unas Felices Fiestas.
Pues ya lo creo que fue una vida de película, una película que muy pocos considerarían basada en hechos reales. Increíble este hombre. ¿Qué lo impulsaba? ¿Qué quería? Me ha impresionado lo de aguador.
ResponderEliminarSaludos.
Menudo personaje el tal Temístocle, no se acobardaba en nada, seguía su vida según su libertad, a la aventura.
ResponderEliminar¿Corriente? no lo sé, pues se pudiera bien hacer una película de aventuras.
Paso con antelación a desearte unas felices Navidades. Regreso después de Reyes.
Un abrazo
Cada uno de esos episodios que usted nos señala daría para un artículo. Terrible imagen la que nos ha transmitido del músico con la cabeza del bandido insertada en la bayoneta. Un hombre de contrastes, sin duda.
ResponderEliminarFeliz tarde
Bisous
Desde ahora me declaro fan de Temístocle Solera. Me encanta ese tipo de gente aventurera y valiente. QUé vida tan apasionante. Gracias por descubrírmelo, voy a buscar algo más sobre él.
ResponderEliminarUn abrazo y Felices Fiestas
Todo un personaje el tal Solera. Además de aventurero debió ser inteligente ya que, siempre se arrimó a los buenos árboles y lógicamente, buena sombra le dieron.
ResponderEliminarSaludos
A veces las mejores películas de acción se quedan cortas si las comparamos con personajes de este calibre: hombres sin una gran importancia dentro de los vericuetos de la historia pero que lograron impactar de alguna manera en el corazón de alguna reina falta de cariño masculino.
ResponderEliminarUn saludo.
Personaje digno del libreto de una ópera de las que él le escribía a Verdi, sin duda. ¿Cómo no iba a enamorar a la reina, antojadiza y voluble, falta de la virilidad que a su marido le faltaba? Fuerte, italiano, escritor y músico, mundano y campechano a la vez que habitual del mundo fino, poco más se podía pedir.
ResponderEliminarUn saludo
Gran historia. Como han referido antes, de película, aunque quizás la película no hubiese llenado las expectativas que me ha creado está entrada.
ResponderEliminarSaludos Que todo vaya bien.
Pues si que tuvo una vida ajetreada aun que bien vivida pero mal final el suyo tuvo.
ResponderEliminarUn abrazo.
No puedo menos que felicitar a Isabel II, allí donde esté acabo de reconciliarme con ella.
ResponderEliminarVaya personaje el tal Temístocle, qué riqueza de registros, amigo DLT.
¡De película de Bond, Sean Connery Bond! jejeje Ya sé que es una ucronía, pero casi me ha parecido ver al bueno de Solera protagonizando un anuncio de Martini.
ResponderEliminarTodo un personaje del que no tenía noticia. Gracias por recuperarlo, DLT.
Abrazos
El nombre de Temistocle, (gloriosos por su justicia), le viene bien como hombre tan especial, digno de su antecesor el ateniense héroe de Salamina, uno de los 9 arconte opónimo que admiramos en la segunda parte de "300".
ResponderEliminar¡Menudo personaje el gentiluomo Solera! Una historia fascinante, como seguramente lo fue su protagonista. Gracias por compartirla.
ResponderEliminarUn saludo.
¡Qué interesante película se podría hacer! Excelente entrada. Saludos
ResponderEliminarMe encantan todas estas historias en las que nos traes algún personaje del que desconozco todo. Un abrazo
ResponderEliminarNo fue un hombre corriente -hizo honor a su nombre y apellido-. Un aventurero, por lo que cuenta usted y un temerario. NO faltan héroes para inspirar novelas.
ResponderEliminarSaludos