Como le ha sucedido al viajero con otras ciudades de poca fama, cuando llega a Huesca no está seguro de lo que la visita puede dar de sí. Y como otras veces, comprueba que cualquier lugar guarda secretos que pueden hacer de la visita un gran descubrimiento. Aunque contar lo siguiente sea empezar por lo más reciente, el viajero lo hace por ser lo primero que ha visto. Ha entrado en la ciudad y camino del centro circula por la calle del Parque, toda cubierta por la sombra de enormes plátanos que a principios de septiembre aún están cuajados de verdes hojas. En el parque que limita la calle por uno de sus lados están las famosas pajaritas de Ramón Acín.
Este escultor, dibujante y pintor nacido en el siglo XIX y muerto en el XX, de notoria trayectoria libertaria, fue fusilado en el mes de agosto de 1936 en el patio de la comisaría de policía de Huesca en la calle Coso Alto; pertenecía al grupo de los krausistas, aquella doctrina hermana del regeneracionismo, que trataba de fomentar un renacimiento de la sociedad a través de la educación. Y como ejemplo de la sinceridad de sus convicciones, no tuvo mejor idea –y vaya si fue buena– que dedicar un monumento a la infancia. Dicho y hecho, con material reciclado, en 1928, realizó dos pajaritas metálicas, auténticos emblemas de la ciudad hoy, que el viajero ve en el parque Miguel Servet, en los antiguos Jardines del palacio de Lastanosa. Del palacio no queda nada, fue demolido en 1894, pero de sus antiguos dueños sí. El viajero sabe que en la catedral hay una capilla con los retratos y los mausoleos de alguno de los más insignes de esta casa.
Si de lo más reciente el viajero ya ha contado algo, de lo sucedido en tiempos más lejanos se ocupará ahora. Huesca es ciudad pequeña, en la que todo está a mano. Dos o tres horas dicen que es suficiente para visitarla y quedar satisfecho de ver lo que la ciudad ofrece: la Iglesia de San Pedro el Viejo, la catedral, la antigua universidad o la basílica de San Lorenzo.
Pero el viajero a menudo insaciable, que tiene tiempo sobrado, se toma ese tiempo multiplicado varias veces y ve esto y otras cosas de interés.
De la iglesia de San Pedro el Viejo, el viajero comprueba lo que ya sabía, que es preciosidad del románico en la que, en capilla aneja al claustro, guardan los oscenses los sepulcros de Alfonso I el Batallador y Ramiro II el Monje. De éste rey, el viajero sólo dirá que además de sepulcro en esta iglesia, en el ayuntamiento existe un magnífico cuadro de José Casado del Alisal, en el que el autor representa el famosísimo episodio de la campana de Huesca; y en el edificio de la antigua universidad una sala donde dicen sucedió todo(1) .
En la catedral, un impresionante retablo de Damian Forment deslumbra sobre todo lo demás. Se cuenta que el cabildo de la catedral oscense, en rivalidad con el de Zaragoza, encargó al maestro valenciano un retablo que hiciera sombra al hecho por el mismo Forment en El Pilar zaragozano. El viajero que ha visto los dos no va a decantarse por ninguno, porque de hacerlo no haría otra cosa que quedar mal con una u otra ciudad, y además, siendo justo con la elegida, sería injusto con la otra; pero sí dirá que el propio escultor debió quedar bien pagado de su obra cuando, a modo de firma, se colocó a sí mismo en una de las esquinas del retablo. Afirmación, sin duda, del orgullo que sintió al verlo terminado.
Muchas más cosas enseña la catedral al viajero curioso: una la capilla donde están frente a frente los retratos de dos Lastanosa, Vincencio Juan y Juan Orencio, que vivieron en el siglo XVII, el primero: noble, erudito, mecenas y gran coleccionista de obras de arte; el segundo canónigo de la Seo oscense; y otra, subiendo las acaracoladas y angostísimas escaleras de la torre, la panorámica que en trescientos sesenta grados nos muestra todo lo que rodea la ciudad y ésta misma.
Al viajero le va quedando tan poco tiempo como lugares en el que emplearlo, pero antes de comprar algo de los famosos caldos de Somontano acude a conocer lo que casi nadie va a ver: el convento y la iglesia de San Miguel. De que casi nadie va allí da fe el hecho de que el viajero lo encuentra cerrado, pero con aviso de que se puede visitar de cuatro a seis de la tarde. Entra en el zaguán del convento y pulsa el timbre que hay sobre el torno. Al momento una monja dice al viajero que enseguida otra hermana le dará paso a la iglesia. Es la hermana María Pilar que, toda amabilidad y dulzura, entrega al viajero un tríptico y contesta a sus preguntas. Dice que son once las hermanas que mantienen aquello, que hará unos treinta años que se quitó el yeso que cubría paredes y bóveda y que ha dejado un templo gótico a la vista de quien lo visita, que está bajo la advocación de San Miguel, y que por ello todo el mundo en Huesca, y aún fuera de ella, al hablar de su convento lo llaman como el de “Las Miguelas”.
Al salir el viajero vuelve a sus pensamientos anteriores y recuerda haber leído que Huesca tiene el honor de tener el ultramarinos más antiguo de España aún abierto al publico. El viajero leyó también que tiene una interesante decoración y que venden todo tipo de productos propios de esa tierra y de otros lugares. El viajero va a la plaza del Mercado a verlo y comprueba que debe ser cierto esto de ser el decano de los “ultramarinos” porque luce escrito junto a su nombre, “La confianza”, en toldos y fachada, el año 1871, el de su inauguración por Hilario Vallier, un francés que lo dedicó a la venta de sedas y tejidos. Más tarde daría pleno sentido con sus mercaderías al ramo al que, hasta hoy, pertenece. Algo del afamado vino de Somontano, para él y para regalar, comprado en la bodega que el propio establecimiento tiene en el sótano del edificio se lo lleva el viajero como recuerdo y para dar futuro gusto al paladar.
(1)El relato de esta famosísima leyenda fue contado en el artículo “De las campanas” donde se puede ver la fotografía hecha por el viajero del cuadro de Casado de Alisal.
Nota: Para los interesados en el personaje de Vincencio Juan Lastanosa ha sido publicada una interesante serie sobre él, su familia y las relaciones de aquél con don Juan José de Austria en el blog Reinado de Carlos II, y cuyo enlace al primer capítulo puede seguir aquí.
Nota: Para los interesados en el personaje de Vincencio Juan Lastanosa ha sido publicada una interesante serie sobre él, su familia y las relaciones de aquél con don Juan José de Austria en el blog Reinado de Carlos II, y cuyo enlace al primer capítulo puede seguir aquí.