El presente artículo tuvo,
todavía puede tenerlo, una carga ideológica, que no es intención evaluar aquí.
Fue en un contexto histórico muy preciso y distinto al actual cuando fue
escrito, aunque parte de las cuestiones que se plantean en él puedan tener
vigencia aún hoy; pero no es este el lugar y no ha sido esa la razón de su
publicación aquí, sino únicamente la de la curiosidad histórica de lo que como
pretexto para escribirlo tuvo su autor, y la propia historia posterior del
texto.
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Cuando Helbert Hubbart escribió “Un mensaje a García” Cuba ya no era española. Hacía seis meses que la guerra se había perdido, y dos que se había consumado el desastre en París con la firma del tratado de paz, que más que un tratado de paz fue la forma de tratar a España como una potencia derrotada. Con cierta oposición, el tratado había sido ratificado en España por la reina María Cristina y en los Estados Unidos por el Senado.
Dos son los protagonistas
inspiradores del mensaje. Del capitán Andrew Summer Rowan poco dicen los libros
de historia. Fue el encargado de llevar el mensaje, aunque las penalidades que
padeció hasta lograrlo parecen estar lejos de la epopeya anunciada por Hubbart.
Algo más se sabe de García. El
general Calixto García Iñiguez había participado ya en las anteriores guerras
de Cuba, traído a España prisionero, se le puso en libertad y volvió a Cuba
para unirse a los rebeldes. Figura importante junto a los hermanos Maceo y
Máximo Gómez, recibió apoyo, como todos los insurgentes, desde la Norteamérica
del presidente McKinley y los periódicos World y Journal de Nueva York, cuya
feroz propaganda, en especial contra el general Weyler, que con un eficaz
sistema de aislamiento de la tropas insurgentes, por medio de “trochas”, estaba
inclinando a su favor el resultado de la contienda, influyó en la opinión
pública norteamericana y en el ánimo del nuevo gobierno de Sagasta, que relevó
al general Weyler del mando, siendo sustituido el 31 de octubre de 1897 por el
ineficaz general Blanco. La suerte estaba echada.
Altero el orden de las cosas y reproduzco primero el “Mensaje a García” seguido del prefacio, que el propio Hubbart escribió en la edición de 1913, puesto ahora al final, por su propio interés, por ser historia del artículo en sí mismo y por considerar que haciéndolo así el lector se hará mejor idea, favorable o contraria, de su valor, al no verse influido por la difusión lograda, en aquel contexto histórico, por el texto.
El mensaje
"En todo este asunto de Cuba hay un nombre que sobresale en el horizonte de mi memoria como el planeta Marte en su perihelio. Cuando se declaró la guerra entre España y los Estados Unidos, era muy necesario comunicarse prontamente con el Jefe de los insurrectos. Encontrábase García, allá, en la manigua de Cuba, sin que nadie supiera su paradero. Era imposible toda comunicación con él por telégrafo o por correo, El presidente tenía que contar con su cooperación, sin pérdida de tiempo. ¿Qué hacer?
Alguien dijo al Presidente:
"Hay un hombre llamado Rowan que puede encontrar a García, si es que se le
puede encontrar". Se trajo a Rowan y se le entregó una carta para que a su
vez la entregara a García. De cómo fue que este hombre, Rowan, tomó la carta,
la selló en una cartera de hule, se la amarró al pecho, hizo un viaje de cuatro
días y desembarcó de noche en las costas de Cuba en un bote sin cubierta; de
cómo fue que se internó en las montañas, y en tres semanas salió al otro lado
de la isla, habiendo atravesado a pie un país hostil, y entregado la carta a
García, son cosas que no tengo deseo especial de narrar en detalle. Pero sí
quiero que conste que Mac-Kinley, Presidente de los Estados Unidos, puso una
carta en manos de Rowan para que éste la entregara a García. Rowan tomó la
carta y no preguntó: "¿Dónde está García?”
¡Loado sea Dios! He aquí un
hombre cuya figura debe ser vaciada en imperecedero bronce y puesta su estatua
en todos los colegios del país. No es la enseñanza de libros lo que los jóvenes
necesitan, ni la instrucción de esto o aquello, sino el endurecimiento de las
vértebras para que sean fieles a sus cargos, para que actúen con diligencia,
para que hagan la cosa "llevar el mensaje a García".
El general García ya no existe,
pero hay otros García.
No hay hombre que haya tratado de
administrar una empresa que requiera mucho personal, que, a veces, no se haya
quedado atónito al notar la imbecilidad del promedio de los hombres, la
inhabilidad o la falta de voluntad de concentrar sus inteligencias en una cosa
dada y hacerla.
La asistencia irregular, la
desatención ridícula, la indiferencia vulgar y el trabajo mal hecho parece ser
la regla general.
No hay hombre alguno que salga
airoso de su empresa a menos que, quieras o no o, por la fuerza, obligue o
soborne o otros para que le ayuden, a menos que, tal vez, Dios Todopoderoso, en
su bondad, haga un milagro y le envíe el Angel de la luz para que le sirva de
auxiliar.
Tú, lector, puedes hacer esta
prueba. Te encuentras en estos momentos sentado en tu oficina. A tu alrededor
tienes seis empleados. Llama a uno de ellos y pídele lo siguiente: "Tenga
la bondad de buscar en la
Enciclopedia y hágame un memorándum corto de la vida de
Correggio".
¿Crees que el empleado contesta
"Sí, señor", y se marcha a hacer lo que tú le dijiste?
Nada de eso. Te mirará de soslayo
y te hará una o más de las siguientes preguntas:
¿Quién era el Correggio?
¿En cuál enciclopedia?
¿Dónde está la Enciclopedia ?
¿Acaso fui empleado yo para hacer
eso?
¿No querrá usted decir Bismark?
¿Por qué no lo hace Carlos?
¿Murió?
¿Hay prisa para eso?
¿No sería mejor que le trajera el
libro y usted mismo lo buscara?
¿Para qué quiere usted saberlo?
Y me atrevería a apostar diez
contra uno, que después que hayas contestado el interrogatorio y explicado la
manera de buscar la información que necesitas y por qué la necesitas, tu
empleado se retira y obliga o otro compañero a que le ayude a encontrar a
García; regresando poco después diciéndote que no existe tal hombre. Desde
luego, puede darse el caso de que yo pierda la apuesta, pero según la ley de
promedios no debo de perder.
Ahora bien; si tú sabes lo que
tienes entre manos, tú no debes molestarte en explicar a tu auxiliar que
"Correggio" está indicado con "C" y no con "K",
sino que sonriente y de buen humor le diras: "Está bien, déjelo", y
dicho esto, te levantarás y lo buscarás tú mismo.
Y esa incapacidad para obrar
independientemente, esa estupidez moral, esa deformidad de la voluntad, esa
falta de disposición para hacerse cargo de una cosa, y realizarla, esas son las
cosas que ha propuesto para lejos, en lo futuro, el socialismo puro. Si los
hombres no actúan por sus propias iniciativas para sí mismos, ¿qué harán cuando
el producto de sus esfuerzos sea para todos? La fuerza bruta parece necesaria y
el temor a ser "rebajado" el sábado a la hora del cobro, hace que
muchos trabadores o empleados conserven el trabajo o la colocación.
Anuncia buscando un taquígrafo, y
de diez solicitantes, nueve son individuos que no tienen ortografía, y lo que
es más, de individuos que no creen necesario tenerla. ¿Podrán esas personas
escribir una carta a García?
-“Mire usted, me decía el gerente
de una gran fabrica, mire usted aquel tenedor de libros".
-Bien, ¿qué le paso?
-Es un magnífico contable, mas si
se le manda hacer una diligencia, tal vez la haga, pero puede darse el caso de
que entre en cuatro salones de bebidas antes de llegar y cuando llegue a la Calle Principal ya
no se acuerde de lo que se le dijo.
¿Puede confiarse a ese hombre que
lleve un mensaje a García?
Recientemente hemos estado oyendo
conversaciones y expresiones de muchas simpatías hacia “los extranjeros
naturalizados que son objeto de explotación en los talleres", así como
hacía "el hombre sin hogar que anda errante en busca de trabajo honrado",
y junto a esas expresiones con frecuencia empléanse palabras duras hacia los
hombres que están en el poder.
Nada se dice del patrono que se aventaja antes
de tiempo, tratando en vano de inducir a los eternos disgustados y perezosos a
que hagan un trabajo a conciencia; ni se dice nada del mucho tiempo ni de la
paciencia que ese patrono ha tenido buscando personal que no hace otra cosa
sino "matar el tiempo" tan pronto como el patrono vuelve la espalda.
En todo establecimiento y en toda fábrica se tiene constantemente en práctica
el procedimiento de selección por eliminación. El patrono se ve constantemente
obligado a rebajar personal que ha demostrado su incompetencia en el fomento de
sus intereses, y a tomar otros empleados. No importa que los tiempos sean buenos,
este procedimiento de selección sigue en todo tiempo y la única diferencia es
que, cuando los cosas están malas y el trabajo escasea, se hace la selección
con más escrupulosidad, pero fuera, y para siempre fuera, tiene que ir el
incompetente y el inservible.
Por interés propio el patrono
tiene que quedarse con los mejores, con los que puedan llevar un mensaje a
García.
Conozco a un individuo de
aptitudes verdaderamente brillantes, pero sin la habilidad necesaria para
manejar su propio negocio, y que, sin embargo, es completamente inútil para
cualquier otro, debido a la insana sospecha que constantemente abriga de que su
patrono le oprime o trata de oprimirle. Sin poder mandar, no tolera que se le
mande. Si se le diera un mensaje para que lo llevara o García, probablemente su
contestación sería: "Llévelo usted mismo"
Hoy este hombre anda errante por
las calles en busca de trabajo, teniendo que sufrir la inclemencia del tiempo.
Nadie que le conozca se ofrece a darle trabajo, puesto que es la esencia misma
del descontento. No entra por razones y lo único que en él podría producir
algún efecto sería un buen puntapié salido de la punta de una bota del número
nueve, de suela gruesa. Sé, en verdad, que un individuo tan moralmente deforme
como ése, no es menos digno de compasión que el físicamente inválido; pero en
nuestra compasión derramemos también una lágrima por aquellos hombres que se
encuentran al frente de grandes empresas cuyas horas de trabajo no están
limitadas por el sonido del pito y cuyos cabellos prematuramente encanecen en
la lucha que sostienen contra la indiferencia zafia, contra la imbecilidad
crasa y contra la ingratitud cruenta de los otros, quienes, a no ser por el
espíritu emprendedor de éstos, andarían hambrientos y sin hogar.
Diríase que me he expresado con
mucha dureza. Tal vez sí; pero cuando el mundo entero se ha entregado al
descanso, yo quiero expresar una palabra de simpatía hacia el hombre que sale
adelante en su empresa, hacia el hombre que aun a pesar de grandes
inconvenientes, ha sabido dirigir los esfuerzos de otros hombres, y que,
después del triunfo, resulta que no ha ganado nada mas que su subsistencia.
También yo he cargado mi lata de
comida al taller y he trabajado a jornal diario, y también he sido patrono y sé
que puede decirse algo de ambos lados.
No hay excelencia en la pobreza
"perse"; los harapos no sirven de recomendación; no todos los
patronos son rapaces y tiranos; no todos los pobres son virtuosos.
"Mis simpatías todas van
hacia el hombre que hace su trabajo cuando el patrono está presente, como
cuando se encuentra ausente. Y el hombre que al entregársele una carta para
García, tranquilamente toma la misiva, sin hacer preguntas idiotas, y sin
intención alguna de arrojarla a la primera alcantarilla que encuentre a su paso,
o de hacer cosa que no sea entregarla al destinatario, ese hombre nunca queda
sin trabajo ni tiene que declararse en huelga para que se le aumente el sueldo.
La civilización busca ansiosa, insistentemente, a esa clase de hombres.
Cualquier cosa que ese hombre pida, la consigue. Se le necesita en toda ciudad,
en todo pueblo, en toda villa, en toda oficina, tienda y fábrica, y en todo
taller. El mundo entero lo solicita a gritos; se necesita y se necesita con
urgencia al hombre que pueda llevar un "Mensaje a García”.
PREFACIO
Un artículo que ha dado la vuelta
al mundo
Esta pequeñez literaria, Un
Mensaje a García, fue escrita una noche, después de la comida, en una hora.
Érase el veintidós de febrero de mil ochocientos noventa y nueve, natalicio de Washington,
y ya íbamos a entrar en prensa con el número de marzo de nuestra revista
Phillistine. Brotaba candente de mi corazón, escrita cual fue, después de
pesaroso día dedicado a tratar de enseñar a ciertos indolentes moradores de la
villa a abjurar de aquel estado comatoso en que se encontraban y a infiltrarles
radioactividad.
La idea surgió de una pequeña
discusión, cuando tomábamos el té, en la cual mi hijo Bert lanzó la especie de
haber sido Rowan el verdadero héroe de la guerra de Cuba. Rowan salió solo y
realizó su propósito llevó el mensaje a García. Cual destello de luz vino a mi
mente la idea. Es verdad, me dije, el muchacho tiene razón: héroe es aquel que
cumple su cometido, que lleva el mensaje a García. Levánteme de la mesa y
escribí Un Mensaje a García. Tan poca fue mi estimación de este artículo que se
publicó sin encabezamiento en la revista. Hízose el reparto y poco después
principiaron a llegar pedidos de una docena, cincuenta, cien ejemplares
adicionales del número de marzo de Phillistine y cuando la American News
Company pidió mil ejemplares pregunté a uno de mis empleados cuál era el
artículo que había levantado tanto polvo cósmico.
-"Eso de García"- me
contestó.
Al día siguiente se recibió un
telegrama de George S. Daniel", del Ferrocarril Central de Nueva York, que
decía así: "Cotice precio de cien mil ejemplares artículo Rowan, en forma
folleto. Anuncio Tren expreso del Estado Imperial al respaldo.
Diga cuándo puede hacerse
entrega".
Contesté cotizando precio y
diciendo que podía entregarlos en dos años. Nuestras facilidades eran pocas y
cien mil ejemplares parecíanos una empresa magna. El resultado fue que le
concedí permiso a mister Daniels para que reprodujera el artículo como
quisiera. Lo hizo en forma de folletos, en ediciones de medio millón cada una,
y, además, el artículo fue reproducido en más de doscientas revistas y
periódicos. Ha sido traducido a todos los idiomas.
Cuando Mr. Daniels se ocupaba de
la distribución de Un Mensaje a García, el príncipe Hilakoff, director de los ferrocarriles
de Rusia, se encontraba en este país. Era huésped de la Compañía del Ferrocarril
Central de Nueva York, y viajó por todo el país acompañado por Mr. Daniels. El
príncipe vio el librito; le interesó, mas por el hecho de que Mr. Daniels lo
estaba distribuyendo en tan grandes cantidades que, probablemente, por
cualquier otro motivo.
De todos modos, cuando el
príncipe regresó a su país, hizo que se tradujera al ruso y se entregara un
ejemplar a todo empleado de ferrocarril en Rusia. Tras éste vinieron otros
países, y de Rusia pasó a Alemania, Francia, España, Turquía, Indostán y China.
Durante la guerra entre Rusia y el Japón, a todo soldado se entregó un ejemplar
de “Un Mensaje a García”.
Encontrando los japoneses esos
libritos en poder de los prisioneros rusos, llegaron a la conclusión de que
debía ser algo bueno y por consiguiente lo tradujeron al japonés.
Y por orden del Mikado se entregó
un ejemplar a todo empleado, civil o militar del gobierno japonés.
Más de cuarenta millones de
ejemplares de Un Mensaje a García han sido impresos. Se dice que ésta es la
circulación mayor en toda la historia, que haya tenido un trabajo literario
durante la vida del autor, gracias a una serie de accidentes afortunados. - E.
H.
East Aurora, 1° de diciembre de 1913.