El ascetismo y el aislamiento era la forma en que ermitaños, eremitas y estilitas buscaban la huida del mundo como modo de acercamiento a Dios. |
COLUMNAS HUMANAS
El EXPEDIENTE PICASSO
Don José Sánchez Guerra pintado por Julio Romero de Torres. |
Mas, como responder al airado luego, es echar leña en el fuego, al poco, comenzada la sesión, el general Aguilera, recordando la carta al señor Sánchez Toca trata de defender al Consejo Supremo de Guerra y Marina que él Preside. De nuevo se oyen rumores, el Presidente trata de acallarlos con la campanilla. De pronto, se percibe un gran alboroto proveniente del fondo de la sala. Dos señores la emprenden a bastonazos entre sí. Algunos ujieres y varios senadores que abandonan sus escaños acuden para separarlos. Incluso se informa al Presidente que uno de los contendientes porta un arma. El Presidente agita la campanilla pidiendo orden, pero el escándalo es monumental y apenas se le escucha. Si no fuera porque los hechos pueden ser dramáticos, parecerían grotescos, viendo desde el fondo de la sala al Conde agitar la campanilla como si no tuviera badajo y mover sus labios como si careciera de voz. Por fin, aquietada la situación y calmados los ánimos, habla el Presidente: “Señores senadores, es lamentable el espectáculo que se está dando, y yo ruego a todos que guarden orden. Los debates los dirige la Presidencia y en ningún caso las imposiciones de la fuerza material. Yo ruego a los señores Senadores que se sienten…”
INGENIO Y GRACIA
Felipe IV, el rey planeta, era un gran cazador y rijoso inagotable que mantuvo una corte divertida en la que los cortesanos, contagiados del entusiasmo real, corrían por los pasillos del viejo alcázar de alcoba en alcoba, en lances que estimulaban la inspiración de poetas. Uno de aquellos poetas más queridos del rey Felipe era don Francisco de Quevedo, quien dotado de ingenio sin igual, hacía con sus versos amigos y lo contrario en proporciones parejas.
Aunque cabe la duda de si realmente ocurrió o es fruto de la fama bien ganada por Quevedo de atrevido cortesano y poeta insolente, se atribuye a don Francisco haber ganado una apuesta en la que a la reina Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV, se atrevió a decirle lo que nadie más osó. Al parecer padecía la reina un defecto físico que la obligaba a caminar con cierto balanceo del cuerpo, y que era sabido molestaba a la reina cualquier cosa que se lo recordara. Pendenciero, bravucón, deslenguado y con el mismo defecto que la reina sufría, pero ingenioso y audaz, compinches de taberna apostaron con el poeta una comilona a que no sería capaz de decirle a la reina que cojeaba de un pie. No era don Francisco persona que se amilanase con facilidad y aceptando el reto, hízose con un ramo de claveles y otro de rosas, y presentándose ante la reina al paso de su carruaje, le mostró los ramos diciendo, en un ejemplo ya clásico de calambur: “Entre el clavel blanco y la rosa roja, Su Majestad escoja".
Tampoco el rey Felipe se libró de su descaro. En cierta ocasión estaba don Francisco con el rey planeta, cuando éste le pidió le improvisara unos versos. Don Francisco solicitó a su Majestad le diera pie para la composición y no tuvo el monarca mejor ocurrencia que alargar una pierna para que Quevedo la tomase. Lo hizo el poeta que recitó en el acto:
Se discute si tal episodio
tuvo como protagonistas al rey y a Quevedo, o si don Francisco dedicó los
versos a un cortesano que con la misma audacia que pudo haber tenido el rey, se
dirigió así al poeta. Sí es seguro que don Francisco, fuera quien fuese el
requirente, tenía valor sobrado para contestar con el descaro del que andaba
sobrado.
Todo lo contrario, en la misma época, sucedió en Francia, cuando Luis XIV preguntó cierto día a Nicolás Boileau su edad. En el colmo del ingenio y la coba, el poeta e historiógrafo del rey contestó adulador: “Señor, yo nací una hora antes que Vuestra Majestad, para narrar la grandeza de vuestro reinado”.
EL PRERROMÁNICO ASTURIANO
Santa María del Naranco |
San Miguel de Lillo |
Poco es lo que se sabe de los orígenes de estos edificios. Se supone que no estuvieron solos y que, a decir de Sánchez Albornoz, fueran más los edificios construidos, y que estos dos que el viajero admira sean los únicos supervivientes de otros erigidos en tiempos de Ramiro I, rey de corto reinado, pero de gran importancia para el reino asturiano.
ENANOS
Autorretrato de Velázquez. Museo de Bellas Artes de Valencia |
Mari Bárbola era de origen alemán. Fea, gordinflona y de rostro achatado, estaba al servicio de la reina. Recibía muchos regalos y amasó una nada despreciable fortunita. Velázquez la pintó en el cuadro de Las Meninas contrastando su fealdad con la delicadeza de la infanta Margarita María. Al lado de Mari Bárbola, con un pie sobre el mastín “León”, Velázquez retrató a Nicolasito Pertusato. Más listo que el hambre, también estuvo al servicio de la reina. Intrigante, pero cauto y discreto, logró que la reina lo nombrase ayudante de cámara. Desde entonces fue don Nicolás. Se hizo rico dejando como herencia tres casas en Madrid y más de quince mil ducados.
MILAGRO
En la misma ciudad había nacido don Pedro sesenta y siete años antes en casa del marqués de Santillana, su padre, con el que estuvo muy unido. De los nueve hermanos que tuvo cuatro eran mayores y el primero de ellos, don Diego Hurtado de Mendoza, llegaría a ser el primer duque del Infantado por gracia concedida por los reyes Católicos.
PALABRAS
Hay palabras que dejan huella en la Historia por la trascendencia de su contenido, otras al menos en la biografía de los personajes que las pronunciaron.