La siguiente historia es una muestra de lo
que sucedió después del 2 de mayo en muchos lugares de España. Es una historia
de heroísmo menos conocida que las llevadas a cabo en las defensas de Zaragoza
o Gerona, de las luchas de famosos guerrilleros como el cura Merino, Espoz y
Mina o El Empecinado, que alcanzaron grandes honores, condecoraciones y títulos
tras la guerra. Es, en fin, la historia de un espíritu.
Habían pasado tan solo quince días desde que
en Móstoles su alcalde, Andrés Torrejón, declarara la guerra a Napoleón, cuando
en Valencia, Vicente Doménech, un humilde vendedor de pajuelas, de las usadas
para prender fuego, enterado de los hechos ocurridos en Madrid, alzó también su
voz contra el francés.
*
Bernardo López García, en algunas de las
estrofas de su poema “El dos de mayo”, expresa como pocos ese espíritu rebelde, que contagió al pueblo llano y lo mantuvo
siempre en pie, pese a la superioridad del invasor:
¡Guerra!
clamó ante el altar
el
sacerdote con ira;
¡Guerra!
repitió la lira
con
indómito cantar;
¡Guerra!
gritó al despertar
el
pueblo que al mundo aterra;
y
cuando en hispana tierra
pasos
extraños se oyeron,
hasta
las tumbas se abrieron
gritando:
¡Venganza y Guerra!
*
Y fue a Vicente Doménech a quien la historia
ha reconocido el mérito de la sublevación valenciana, pero no fue el único. Un
cura, Juan Rico Vidal, ayudó, y mucho,
al levantamiento. Hubo momentos de gran anarquía cuando muchos franceses fueron
asesinados y un grupo de gente descontrolada dio muerte al barón de Albalat y
su cabeza, separada del cuerpo, puesta en lo alto de una pica y paseada por la
ciudad.
El 25 de mayo de 1808, dos días después del
grito dado por “El Palleter”, los hermanos Bertrán de Lis puestos en contacto
con el Padre Rico, y con ayuda de algunos militares, constituyen una Junta
Suprema de Gobierno, autónoma, independiente y con plenos poderes, de momento,
que no acata las órdenes dadas desde Madrid de reconocer a José Bonaparte, que
va a ser proclamado rey de España el 11 de junio.
Acompañando a Doménech, otros muchos se
alistan en los ejércitos de Castaños o Cuesta. Algunos acabarán entregando sus
vidas en la lucha contra el invasor. Muchos son los hijos de la patria que
dejan familia y hacienda para defender una patria que pide su sangre, y a un
rey que, como años después se verá, no la merece.
Otros, que no se alistan, también quieren
luchar, y forman guerrillas. José Romeu Parras hace las dos cosas, se alista y organiza
su propia partida. Es saguntino, pertenece a una familia acomodada dedicada al
comercio de vinos y cuando el pie francés se siente sobre la Piel de Toro tiene ya treinta
años, mujer y dos hijos.
*
Otra vez López es quien habla de aquellas mujeres que ven
partir a sus a sus hijos, a sus maridos,
a los que quizás no vuelvan a ver jamás:
ansiosa
salta del lecho;
y el niño
bebe en el pecho
odio a
muerte al invasor;
la madre
mata a su amor,
y cuando
calmada está
grita al
hijo que se va:
“¡Pues que
la patria lo quiere,
lánzate al
combate y muere;
tu madre te
vengará!...”
*
Al conocer Murat, el gran duque de Berg, la
revuelta en Valencia, dispone un ejército para tomarla. Acaban de suceder muy
sangrientos hechos en Madrid y se cree necesario neutralizar la insurrección
valenciana. Un ejército de ocho mil hombres al mando del general Moncey, duque
de Conegliano, se adentra en tierras valencianas y se dirige a la Capital con intención de conquistarla;
pero Moncey, convencido de convertir la toma de Valencia en un paseo triunfal,
no lo logrará. José Romeu, de su propio peculio, ha formado un pequeño ejército
de dos mil hombres. Hostiga al francés constantemente. En tierras montañosas de
la Valencia
castellana y de la Hoya
de Buñol causa muchas bajas en la expedición francesa, que acude, mal pertrechada,
a la toma de la Ciudad.
Por fin el mariscal Moncey se planta ante las murallas de
Valencia. La artillería francesa retumba y los proyectiles dejan heridas las
murallas, pero Moncey no podrá superarlas y acabará retirándose de nuevo a
Madrid, dejando dos mil de los suyos en los campos de batalla.
Doscientos años después las torres de Quart aún exhiben los impactos de la artillería francesa. |
Romeu y su tropa se convierten en azote de
los franceses desde Morella hasta Elche. Nombrado capitán de granaderos y más
tarde reconocido como comandante de las milicias de Chiva y Cheste se convierte
en una pesadilla para los franceses.
En 1812, Valencia es nuevamente sitiada.
Ahora por el mariscal Louis Gabriel Suchet. Con un formidable ejército de
treinta mil soldados, la resistencia opuesta por el general Blake es barrida, y
Valencia por fin ocupada, pero Romeu no desfallece. Su empeño es acosar,
hostigar, incomodar a los franceses, y debe hacerlo bien habida cuenta los
desvelos de Suchet por capturarlo. Éste lo intenta casi todo, primero por las
buenas: atrayéndoselo, a lo que el saguntino responde con duras acciones
guerrilleras; y luego por las malas: arruinada la fortuna del héroe, también
María, su mujer, es perseguida, pero cuando iba a ser detenida logra huir con
sus hijos de su casa de Sagunto, ciudad también ocupada por Suchet, y encuentra
refugio en las montañas.
El Mariscal Louis Gabriel Suchet, duque de la Albufera, por Vicente López Portaña. Museo de Bellas Artes de Valencia. |
*
Casi al mismo tiempo, durante ese verano de
1808, en Zaragoza, se escribirá una de las páginas más gloriosas en la defensa
de España, que muy bien pudo inspirar la siguiente estrofa de López:
Y suenan
patrias canciones
cantando
santos deberes
y van roncas
las mujeres
empujando
los cañones;
al pie de
libres pendones
el grito de
patria zumba.
Y el rudo
cañón retumba,
y el vil
invasor se aterra,
y al suelo
le falta tierra
para cubrir
tanta tumba.
*
Pero los recursos del general francés son
muchos. Si no logra atraerse la voluntad de Romeu, sí lo hace sobre la de uno
de sus soldados. Una buena cantidad de dinero es suficiente para que uno de
ellos, sin nombre para la historia, pero con apodo adecuado a su deforme
condición moral, “El receloso”, se comprometa en la traición. En la localidad
de Sot de Chera, el 7 de junio de 1812, se produce un encuentro entre jefes de
distintas partidas guerrilleras. Allí va Romeu. Siente cierto temor, pues la
población está en el fondo de un valle, rodeada de montañas. Es lugar idóneo
para una emboscada, pero confía y acude a la reunión. Otros lo hacen también,
como el famoso “Pendencias” que tiene su base por aquellos contornos. Quizás
sea precavido en exceso y se preocupe por nada, piensa Romeu. Se equivoca.
El traidor da cuenta de la reunión al
comandante Turlot, jefe de la guarnición de Liria, población próxima al lugar
del encuentro, que con mil quinientos hombres al mando del capitán Lacroix se
deja caer sobre el valle llevando a cabo una redada de la que pocos escapan.
Romeu desconocedor del terreno es capturado al día siguiente y trasladado a
Valencia. Suchet, que no quiere un héroe
ni un mártir, trata de ganárselo otra vez. Le ofrece el indulto. Sólo tiene que
reconocer a José Bonaparte como rey; pero Romeu se empeña en ser un héroe. El
día 12 de junio, junto a la
Lonja de Valencia, muy cerca del lugar en el que cuatro años
antes “El Palleter” gritó “Guerra al frances”, el cuerpo de José Romeu Parras
pende de una soga sujeta a su cuello.
*
El héroe Romeu |
*
Mártires
de la lealtad
que del
honor al arrullo
fuisteis de la patria
orgullo
y honra de
la Humanidad.
En la
tumba descansad,
que el
valiente pueblo ibero
jura con
rostro altanero
que, hasta
que España sucumba,
no pisará
vuestra tumba
la planta
del extranjero.
*
Había muerto un hombre, había nacido un
héroe.